Conversaciones con mi jardinero

La obra de Jean Becker (Francia, 2006), con Daniel Auteil y Jean-Pierre Darrousin como intérpretes, es una de las frecuentes creaciones cinematográficas francesas -la penúltima fue Los niños del coro-, que nos encantan por su sencillez, su humanidad, su realismo, su belleza, su buena interpretación. ¿Hay algo mejor? Una serie, bien trabada, de conversaciones de un pintor maduro parisiense, medio divorciado que, cansado de la metrópoli, comienza a vivir en la casa rural de sus padres, con un ex ferroviario, compañero de su infancia, lleno de sentido común, casado con una argelina, a quien le encarga el laboreo de su huerta-jardín. Así de simple, al parecer. Pero hay sobre todo en el intra-relato de superficie un paisaje familiar y bello, trufado de algunas evocaciones entrañables; un inteligente contraste entre la vida capitalina y la vida rural; una ponderada valoración de la amistad, de la fidelidad y del buen humor, y una doble pasión por la naturaleza y por el arte (en este caso, la pintura). La expresión acabada del beatus ille de nuestro tiempo. Sin alarde alguno, ni técnico ni literario. Un alivio gozoso. Un acierto pleno.