Charles Maurras entre nosotros (y II)

Charles Maurras tenía a España como un componente esencial de la Latinidad y hermana de civilización y educación de Francia. El estadista español más admirado po él fue Cánovas del Castillo, a quien elogió como mártir de la autoridad. Y con él  Antonio Maura, con quien mantuvo una frecuente correspondencia, que ha estudiado el historiador español Pedro Carlos González Cuevas, a quien sigo en esta semblanza; a  Maura le llamó Maurras el más  eminente defensor del orden europeo. Pero a los dos líderes conservadores españoles  les reprochaba su liberalismo y su parlamentarismo. Si la Dictadura de Primo de Rivera le pareció no más que un poderoso gabinete de funcionarios, que no consiguió ni la adhesión del pueblo ni de los intelectuales, la República fue para él un duro golpe, preludio de una revolución socialista. Varios de los discípulos y seguidores de Maurras fueron ilustres hispanistas, autores de libros sobre el imperio español de América o sobre la Restauracón española, muy leídos entonces en España. Entre los maurrasianos españoles, uno de los primeros fue Eugenio D´Ors, que conoció a Maurras y Daudet al comienzo de la segunda década del siglo XX; el primero de ellos era para  Xenius el anti-Voltaire por antonomasia, pero le disgustaba su nacionalismo exasperado, que le parecìa también un producto romántico, rousseauniano, asi como el positivismo comtiano. Dos corresponsales de guera en París, Azorín y José María Salaverria, también fueron seducidos por él. Muy otra fue la actitud de Ortega, que tenía los razonamientos de Maurras como tópicas ornamentales, críticas caprichosas y vagos proyectos. Manuel Azaña dedicó todo un capítulo de unos de sus libros a estudiar el nacionalismo integral; si estimaba al pensador francés como polemista vigoroso, le parecía insoportable su nacionalismo total, lleno de odio, descontento y ambición. A Unamuno le escandalizaba sobre todo la instrumentalización que hacían los nacionalistas integrales del catolicismo, el mismo motivo por que el Vaticano condenó sus obras en 1926. Ya en esa fecha dos canónigos muy ilustrados españoles, dos buenos escritores y apóstoles sociales, Maximiliano Arboleya, en Oviedo, y Carles Cardó, en Barcelona, entendieron bien qué era aquel movimiento hipócrita y sectario (Arboleya) del Rousseau de la derecha (Cardó). Más eclécticos se mostraban, como casi siempre, los hombres de El Debate o los dominicos y jesuitas en sus principales revistas, que elogiaban el papel jugado por Charles Maurras en la apología del catolicismo y de la Iglesia, mientras condenaban lo que el papa condenaba.- Cuántas veces, cuando veo y oigo que agnósticos y ateos elogian a la Iglesia católica, a una parte de ella, o a un personaje de la misma en favor de una tesis nacionalista o cualquier otra similar, me acuerdo de Charles Maurras, de su nacionalismo integral y de su seductor magisterio…