Aprendiendo de Manuela Carmena

 

          Larga y sustanciosa entrevista la que hicieron este verano en la revista VN a Manuela Carmena, la ex abogada comunista y antifranquista, la ex juez, la ex cofundadora de Jueces por la Democracia, la ex miembro del CGPJ, la ex alcaldesa de Madrid. Cuenta Manuela que cuando, hace un año, el arzobispo  de Madrid y cardenal Carlos Osoro convocó a un grupo de políticos y ex políticos a la consulta sinodal, después que ella hubiera hablado, se le acercó un alcalde de derechas, que se había dedicado durante años a machacarla, y le pidió perdón por todos sus ataques anteriores, tras valorar que a todos ellos les movían más cosas en común que aquello que los separaba. Porque Manuela Carmena es también aquella aquella alumna del colegio Blanca de Castilla o de las Damas Negras, a la que llevaron, a sus 14 años, a dar catequesis, los domingos, a una zona de chabolas de Madrid, de donde le nacieron las ganas de enseñarles a leer, los sábados, y a la vez el sentimiento contra la exclusión, así como el deseo, primero, de estudiar filosofía, y luego derecho, y después  la vocación política.

Lejos de estar retirada, continúa activa ya sea a través de sus proyecto solidario Cosiendo el paro, con tienda y todoo participando en mil foros, varios de ellos organizados por la Igesia, incluso por el papa Francisco. Esta madre y abuela de 78, que defiende con energía su política de pacificación y ecumenismo durante sus años de alcaldesa y mantiene la dignidad de su agnosticismo, ve una Iglesia muy diversa; conoce mucha gente maravillosa en ella, pero como institución la ve cerrada para defender lo suyo, situando su doctrina por encima de su persona, sobre todo en el asunto de las migraciones, el mayor marrón que tenemos en nuestra generación, y donde la ex alcaldesa es muy crítica con la política del Gobierno español. La Iglesia sería más Iglesia, dice, si tuviera una actitud absolutamente decidida y volcara toda su fuerza en defender la dignidad de estas personas , y no dedicándose a otras cuestiones más ideológicas.

En cambio, lo que hace el papa Fancisco le parece fenomenal y fantástico. Durísima con los políticos de Vox  y grupos similares, que viven una espiritualidad sin humanismo, es también crítica con otros católicos que ha conocido en el ayuntamiento. Desea que la Iglesia recupere el humanismo por encima de mandamientos y dogmas. Frente al amor al pobre le parecen cuestiones secundarias que las mujeres sean curas, o el mismo celibato, que le parece una tontería. No le gusta nada, por otra parte, la continua política de enfrentamiento que se hace en España, y reclama otra política, pero que exige un cambio de actitud de todos y de cada  uno. La que ella ve en la encíclica Fratelli tutti, que ella leyó con una enorme felicidad, al ver cómo Francisco recoge la cultura de la familia cristiana y aporta un brillo y una novedad que faltaba. Y para ella la gran novedad que plantea es la bondad como una virtud en la política, que está mal vista porque se considera una bobería. El buenismo no es malo, lo malo es el malismo.

Entiende la política como cuidar: lo social es cuidar. En un reciente encuentro con las Carmelitas de la Caridad Vedruna, les decía: Me parece que las actitudes de cuidado que vosotras desempeñáis, porque os conozco, son el futuro. Creo que el cuidar, el cuidarnos, es un elemento absolutamente ejemplificador que exige mucha imaginación. Cuidar bien significa aceptar la diversidad del ser humano en su conjunto.

En febrero de este año la llamaron del bufete Cremades&Calvo Sotelo para colaborar en la auditoría encargada por los obispos para radiografiar los abusos sexuales en la Iglesia. Y en ello está. No le parece del todo bien lo que están haciendo y tampoco lo que hace el Defensor del Pueblo, que, según ella, no está para eso. Ella hubiera preferido una comisión ciudadana, aséptica y objetiva, no vinculada a una institución pública, y no cada uno por su lado: Es una falta de seriedad impresionante por parte de de todos frente a las víctimas.