La Biblia no se lee

 Ni se entiende. Antes fue cosa de protestantes. Y, aun después del Concilio Vaticano II, que dio un gran impulso a su lectura, la Biblia se compra  tal vez, pero se lee poco y se estudia menos aún Y hasta cuando se lee en las iglesias, se lee mal: hay qué ver cómo se hacen, en general, las lecturas en las misas. Qué tristeza. Hace poco se celebró en Roma todo un Sínodo sobre la Palabra de Dios, que pasó casi inadvertido para casi todos. Lo reconoce hasta el jesuita español José María Ábrego de Lacy, antiguo rector de Deusto y hoy director del Pontificio Instituto Bíblico en Roma, que visité hace unas semanas en uno de los actos de su centenario. El Instituto, con dos facultades, cuatro colecciones de publicaciones y más de 7.000 alumnos en todo el siglo, tiene hoy 300 alumnos, con un 15% de mujeres y muchos laicos. Desde 1927  cuenta con una pequeña sede en Jerusalén,  aflligida de problemas económicos. Ábrego dice que si es cierto que el posmodernismo no se interesa por los grandes relatos, hemos perdido la posibilidasd de la fe, ya que la Creación, que nace de Dios y va a Dios, es un gran relato.- Yo he querido publicar durante esta Navidad algunos poemas navideños-bíblicos tras una relectura del libro clásico de Raymond E. Brown, El Nacimiento del Mesías, y la lectura del nuevo libro de Marcus J. Borg y John Dominic Crossan, La Primera Navidad. No se puede escribir sobre la Navidad, ni siquiera villancicos, como en tiempos de Lope de Vega, ni pensar que todo está dicho y definitivamente dicho. La reciente investigación sobre la Biblia es vastísima y el panorama bíblico-teológico tras esa investigación ha cambiado muchísimo, incluso entre los católicos. Da mucha pena que muchos sigan todavía anclados, a la hora de pensar, hablar y escribir, incluso sobre la Navidad,  en el siglo XVIII.