Un viejo terrorismo hispano (I)

 

        Tras el fracaso de la I República y de los alzamientos cantonales, y tras la represión-deportación de muchos internacionalistas, miembros de la bakuninista Federación de la Región Española (FRE) de la ATI (Asociación Internacional de Trabajadores), el IV congreso de la misma (1874) decidió pasar a la clandestinidad y estrenó un nuevo modelo organizativo: se convirtió en una organización anarquista revolucionaria. El congreso proclamó como un deber las represalias, mientras se trate a los trabajadores como fieras y se les nieguen los derechos. El periódico Las represalias, fundado en mayo de 1874, no tenía otro fin. El próximo congreso de Verviers (1877), a instancias del revolucionario italiano Malatesta, teorizó una estrategia de golpe de mano internacional como alternativa al fracaso de la política sindicalista, que había dominado  en la AIT a partir de 1869. El año 1878, una primera oleada de atentados contra reyes y emperadores en Italia, Rusia, Alemania y España, conmovió a toda Europa. El 25 de octubre de ese año, un tonelero catalán internacionalista atentó en Madrid contra Alfonso XII, alentado por el atentado cometido en Alemania contra el emperador. Otro obrero gallego, de 19 años, llevó a cabo una acción similar, también frustrada. El zar Alejandro II fue asesinado en 1881 en San Petersburgo. El nihilismo ruso dominaba las filas de choque anarquistas  y revolucionarias, y lo hicieron suyo en el congreso de Londres, ese mismo año, los líderes ddel anarquismo internacional: Kropotkin, Malatesta, Merlino o Luisa Michel. Los incendios premeditados de los años anteriores en la Baja Andalucía (Jerez, Arcos, Cádiz…) se intensifican, a la par que otras violencias, sobre todo en poblaciones andaluzas y en la Huerta valenciana. Escépticos ante cualquier evolución de la situación política, se confíaba sobre todo en la actuación directa de una mano activa y clandestina como elemento central de un nuevo movimiento revolucionario. Tras el triunfo, en 1881, del partido liberal de Sagasta, se creó, inspirada desde Barcelona, la nueva Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), que celebró dos congresos y editó La Revista Social como su órgano oficial. Se trataba de retomar el sindicalismo internacionalista y colectivista, incorporando a su programa una inédita reforma agraria que se contrapusiera a las desamortizaciones burguesas anteriores, por medio de la propaganda social y la gestión colectiva. La militancia sindicalista se había desplazado, en buena parte, de Cataluña a  la subdesarrollada Andalucía. La lucha sindical, impulsada por la nueva FTRE, se extendió con éxito por toda la región andaluza y se multiplicaron los contratos colectivos, sobre todo en los años 1882 y 1883. Pero la vieja FRE, ya muy minoritaria, no se dio por vencida y continuó clandestinamente activa en Cataluña y Andalucía occidental,  reanudando y recrudeciendo los asaltos a fincas y propiedades varias, los robos e incendios, llevados a cabo por los clandestinistas, llamados perturbadores por la FTRE, que fueron exlpusados de la organización.