Reflexiones cristológicas: (IV) Orígenes

El centro de la reflexión cristológica en el mundo de habla griega durante el siglo III, iniciada ya en el siglo anterior, fue Alejandría de Egipto. En esta teología ocupan un lugar preeminente la doctrina del Logos y la idea de la encarnación del sabio Clemente de Alejandría (+ c. 211-216 d. C.). Muy influido por el platonismo y el neoplatonismo, su reflexión comienza, como  la de Justino, por las teofanías del Antiguo Testamento, que él considera como un preparativo de la encarnación, y se atiene después al prólogo del evangelio de Juan. El prósopon (el rostro) del Padre es el Logos. Dios se hizo visible y manifiesto por medio de él, porque desde la eternidad es la imagen del Dios invisible, siendo la unidad terrena de Logos y sarx (carne) el elemento predominante. La tradición sobre el alma de Cristo está aún viva en la teología de Clemente, pero el principio de la apatheia estoica es en él tan grande, que el Logos hace de principio rector (hegemónico) -término acuñado por los estoicos- de la vida  de Cristo en el mundo -pasiones anímicas inexistentes en él-, y es el principio físico predominante en su cristología.- Orígenes (Alejandría, 125-254), discípulo de Clemente y director de la escuela teológica, fue el primer teólogo sistemático cristiano, pensador que comprende los problemas de su época mejor que cualquier otro y les da una respuesta cristiana. Orígenes ve a Cristo sobre todo como mediador de la unión del alma con el Dios escondido  y mediador entre Dios y la Iglesia, pero el camino hacia el Logos-Dios pasa por el Logos encarnado. La unidad de Cristo es el punto de partida de toda elevación En esa unidad está presente la plenitud de la divinidad, siquiera en el ocultamiento de la kénosis. La realidad humana de Cristo es como un filtro a través del cual la divinidad se comunica con los humanos, según su capacidad receptiva. Orígenes es sobre todo el teólogo del alma de Cristo. Bajo la influencia de la teología alejandrina anterior, considera ese alma como mediadora entre el Logos y la carne. Está ya unida desde la eternidad al Logos divino, con un conocimiento y amor a Dios perfectos. El Logos hegemónico, como en Clemente, ejerce la plena dirección en Cristo. Es el principio rector, que sustenta la auténtica dignidad personal del ser humano, y  anuncia ya en Oriente el concepto moderno de persona. Aunque el fundamento de la unión quede así desplazado a la esfera del dinamismo psíquico, y rebajado el elemento humano de Cristo.