Es el tiempo de las apariciones:
encuentros personales.
Primero, la Magdalena, y después los varones.
Y la madre María
¿por qué no aparece
en estas escenas de alegría?
Cuando estaban cerradas las puertas.
Para un cuerpo espiritual
todo son puertas abiertas.
Comía y bebía Jesús resucitado.
¿Qué sabemos nosotros
de un cuerpo transfigurado?
Mirad mis manos y mis pies.
No es un espíritu puro:
de carne y hueso es.
¿Tan incrédulo era Tomás?
Tan incrédulo
como los demás.
Igual que los discípulos de Emaús,
en la fracción del pan
descubrían a Jesús.
La paz que el Señor les daba,
la paz de Dios,
todas las virtudes abarcaba.
Y es que esa paz
da mucha guerra
y no nos deja vivir en paz.
De cobardes y mendaces,
tras los encuentros
se hicieron fuertes y audaces.
De sólo amigos,
con su sangre pasaron
de la resurrección a ser testigos.
Cuando a todos por el mundo los mandó,
el Señor resucitado,
leve y alado,
a los cielos ascendió.