Lejos del pueblo

Las reformas de todo género son las que son, y unas -todas las que exigen austeridad, realismo y ahorro- nos parecen mejores que otras -amnistía a defraudadores o despidos demasiado baratos-, pero lo que está faltando es, además de una cierta coherencia gubernamental y opositora, es una elemental pedagogía, un trato correcto, lógico y adecuado para con el pueblo que las sufre. Durante días, no hemos sabido bien lo que sucedía. Veiamos a nuestros políticos viajar y hablar con otros políticos, hacer algunas declaraciones a ciertos medios informativos, rebatirse unos a otros en el Congreso y en el Senado, reunirse con los suyos, siempre con los suyos, pero ha faltado ese encuentro del presidente del Gobierno con su pueblo por medio de la televisión en una hora de máxima audiencia ,para decirnos a todos con lenguaje claro y familiar lo que pasaba, lo que pasa y lo que va a pasar. Aquello que siempre exigimos a Felipe González cuando el GAL, a José María Aznar cuando la guerra de Irak o a José Luis Rodríguez Zapatero cuando las negociaciones con ETA. Y hemos visto, frente a unos políticos pasados, maestros en demagogia, otros políticos recién venidos carentes de pedagogía. Expertos, listos, bien preprados, burócratas y  tecnócratas para hablar en inglés, pero no en castellano, para hablar con banqueros, presidentes de esto o de lo otro, pero no con los españoles del común. Así que la estimación del nuevo Gobierno baja, baja la confianza del electorado, baja la alta estima de la monarquia cuando vemos que el rey se va estos días a cazar elefantes -penosa imagen- en Botsuana, nada menos, y no sube, además,  en los sondeos el partido de la oposición. Falta conciencia nacional en casi todos y hasta sentido común. Sobra partitocracia a todas horas. Y no podemos perder la cabeza cuando más falta nos hace.