Pelota

 

   Navarra tenía hace unos años un frontón por cada 1.000 habitantes. De los 500 y pico censados, 200 son cubiertos. No sólo cada pueblo tiene su frontón, aunque hoy, en muchos casos, desiertos, sino también, muy frecuentemente, cada colegio, y hasta, a veces los cuarteles, hospitales, residencias, balnearios y empresas. Hay pueblos, como Goizueta, Valcarlos o Lodosa, con cuatro, cubiertos o al aire libre.

Los mayores son el Euskal-Jai (12.000 espectadores) en Huarte-Pamplona, y el Labrit (1.900) en la capital. Hay también en Navarra varios trinquetes y frontones para guante-laxoa, en Elizondo, Arraiotz, Irurita, Santesteban, Oitz y Donamaría.

La modalidad de pelota a mano sigue siendo la más popular, muy superada ya por el fútbol y otros nuchos deportes, y la que más éxito ha dado al juego tradicional de Navarra: los Atano, los Azcárate, los Retegui… hasta Juan Martínez de Irujo y Aimar Olaizola. Pero también el remonte, modificación del guante largo, invención del navarro Juanito Moya, nos dio a Jeús Ábrego, el emperador, la maravilla de Arróniz, y otros muchos excelentes remontistas.

El de la pelota vasca es un juego ferviente de amor-odio con el juguete de cuero, en el que se concentra el cuerpo y el espíritu. Es un rito íntimo y silencioso, en el que sólo la pelota debe sonar. Hay que estar vestido de blanco, como los antiguos catecúmenos, candidatos (blanqueados) para la fiesta final.

Qué espera amorosa para recibir y dominar la pelota en las manos. Qué furor para arrojarla lejos o extra-viarla.

Y así, hasta ganarla, hasta hacerla suya o rendirse a ella.