Otoño en Quinto Real

 

En el hondo y frondoso macizo de Quinto Real
se deja querer, resistente, el otoño ensimismado,
intacto por la falta de frío, de viento, de lluvias y de nieves.
Ya arrojaron a tierra los castaños longevos
el peso de sus torvos, fructíferos, erizos.
La belleza infalible, que ignora las fronteras,
nos lleva y nos trae, encantados, fruentes,
de vallada en vallada, de collado en collado,
mientras pastan yeguadas rojizas por los soles
en la arista ventosa más alta de los montes.
Manantiales del Arga fronterizo
y el congosto fluvial, quebrado, de Artesiaga,
bullicioso de argales afluentes,
son la música leve que alegra y sostiene
la silente y solemne ceremonia de la tarde.
Compiten primorosos en fervores otoñales
las hayas, los serbales, los arces, los tilos, los cerezos.
Callan de sombras los hercúleos robles cenizosos.
Y los pinos intrusos preparan su revancha invernal.