“Mi Señor es mi fuerza”

(Del libro de Habacuc 1,12,14; 2,4; 3,3 – 19)

¿No eres tú desde siempre nuestro Dios,
nuestro Santo y Señor? Tú no mueres.
Tú nunca nos trataste igual que los tiranos,
como peces del mar,
como reptiles que no tienen dueño.
Tú fuiste siempre fiel.
Sólo si somos fieles, nosotros viviremos.

Por encima de opresores violentos,
corruptos de sangre y de codicias,
vendrás para salvarnos.
Al fulgor de tu luz la tierra temblará,
se espantarán los montes impertérritos,
se detendrá la luna aventurera,
y la alta mar se humillará hasta el fondo en tu presencia.


Nuestra fuerza es nuestro Dios.
Él nos hace ligeros como ciervas
y volamos más altos que las aves de paso.