Los ríos

Nunca vi los ríos navarros tan plenos, tan pletóricos como estos días.

Y es cosa de ver los ríos nivales, que ahora descienden, copiosos y exultantes, en cada quebrada del macizo nevado de Larra.

Los griegos representaron al dios-río, ya como un toro (Aqueloo), ya como un hermoso efebo echado en el suelo (Alfeo o Illiso), ya como un joven nadador (Orontes).

Pero también como un anciano con barbas blancas, entre cañas verdes, con los codos apoyados en una urna y llevando un remo en la mano.

Nacen algunos ríos navarros en sus manaderos cantábricos, pirenáicos, prepirenáicos y de la zona media (Arga, Urrobi, Irati, Salazar, Erro, Elorz, Cidacos…), recorren nuestro territorio y se funden-hunden en ríos mayores. Otros, que crecen y terminan su curso en la geografía navarra, nos llegan de tierras vecinas, como el Aragón, el Ega, el Alhama o el Queiles.. Otros, en fin, se nos escapan directamente al Cantábrico, como el Urumea y el Baztán-Bidaosa, o abrazándose al río Oria, como el Araxes o el Leizarán. Un río nacional, El Ebro, se hace varón aqui y, cargado de años de aguas, por tierras aragonesas y catalanas va a descansar al Mediterráneo.

Son muchos de ellos ríos caudalosos, sobre todo en su curso medio y bajo, y trasladan casi la mitad de los nueve billones y medio de litros de las precipitaciones medias anuales que recibe Navarra del santo cielo.

                                                         Los ríos sonorosos…

Sobre las rocas y los musgos, y bajo la sombrilla del hayedal, salta el agua recental y manantía: toro selvático precipitado; hermoso efebo languideciente; joven nadador arrojado; anciano de barbas venerables y níveas, tras millones de años de recién nacido, salido de la urna rocosa, con el remo del ciego instinto natural.