Las lecciones de cada día

 

        Todos los días, en todos los medios informativos, miro, leo, veo y oigo, medito y contemplo, admiro y agradezco los cientos, los miles de aciones de generosidad, solidaridad, compasión de la buena, amor puro… de cientos, de miles de mujeres y varones, empresas, bancos, fábricas, grandes superficies, comercios, talleres, colegios profesionales, despachos, laboratorios, estudios, universidades, colegios, conventos, parroquias, diócesis asociaciones de todo género, grupos espontáneos de jóvenes, de adultos, de mayores…, uniéndose proactivamenrte a los miles de científicos, políticos, sanitarios, policías, militares, guardias civiles, trabajadores de trabajos esenciales, que llevan un mes luchando de cerca contra el coronavirus.

¿Cuándo habíamos visto y admirado una cosa así? ¿Cuando pensamos que esta sociedad, que,  sin autocrítica alguna, solemos criticar y tachar de insensible y superficial, iba a comportarse tan socialmente,  tan humanamente?

No sé como seremos, cómo será nuestra sociedad después de la pandemia. Cientos de trabajos intelectuales versan sobre ese futuro. Lo que sí sé es que esta proliferaciónde de altruismo, de alterismo (de alter-altera), de otreidad, de projimidad, de fraternidad/sorortidad es lo mejor dentro de esta endiablada, pervertida, tristísima situación. Si  tenemos todavía el valor de evocar el refrán No hay mal que por bien no venga, éste es ese bien, el bien supremo. Dure lo que dure. Y ojalá que por siempre.