Las clases conservadoras

La historiografía seria española ha juzgado muy negativamente la actuación de buena parte de la izquierda política española durante la Restauración y sobre todo durante la Segunda República por sus procedimientos violentos e insurreccionales o por su complicidad positiva o negativa con los mismos. Recuérdese, y baste como botón de muestra, la justificación del “atentado personal” contra Maura, hecha por Pablo Iglesias en el Congreso, el 9 de julio de 1909. Como contrapartida, acerca de la actuación de la derecha durante el reinado de Alfonso XIII tenemos un texto ejemplar, por lo insólito de la autocrítica, de dos historidadores derechistas, ya mencionados en otra ocasión, Gabriel Maura, hijo mayor de don Antonio y diputado maurista, y Melchor Fernández Almagro. Del juicio general de las “clases conservadoras” no hay por qué excluir a los dirigentes y votantes del Partido Liberal, heredado de Sagasta, luego dividido en cinco o seis fracciones, el segundo partido del turno ministerial desde los tiempos del Pacto de El Pardo, ni a otras fuerzas políticas y sociales consrvadoras de toda España, fuese cual fuese su relación con los dos grandes partidos turnantes: “Las clases “conservadoras” (usado este vocablo con máxima amplitud de significación) se mostraron de continuo impotentes o incapaces para “conservar” absolutamente nada. Los partidos gubernamentales presenciaron, mohinos, pero cruzados de brazos, los magnicidios de que eran víctimas sus Jefes, los asaltos desleales al Poder del bando contrario, las campañas mendaces o calumniadoras de de cierta prensa, y el desgobierno, que se estaba haciendo crónico. Los industriales dejaron indefensos a sus capitanes, diezmados por los crímenes terroristas. Los terratenientes, rutinarios o absentistas, descuidaron instar, cuando aún era tiempo, la implantación de alguna reforma agraria razonable y justa, y hubieron de soportar después, amedrentados o, quizá, arrepentidos, atropellos expiatorios. Los monárquicos de todos los matices desampararon al Rey contra la calumnia, como los creyentes de todas las capillitas a la fe contra la impiedad. El periodista católico José Zahonero fustigó a muchos correligionarios suyos, atribuyéndoles esta única norma de vida: “cortar el cupón, comer el capón y deshonrar el copón.