La terrible discriminación de la mujer

    La Navidad es también la fiesta precristiana y cristiana de la continuidad y renovación de la humanidad, especialmente de la maternidad y de la mujer en general. El evangelio de Jesús es uno de los testimonios antiguos más resonantes en favor de la mujer, y no sólo de unas mujeres sencillas y pobres, como su misma madre, sino hasta de aquéllas más despreciadas, condenadas, expulsadas de la sociedad. A pesar de los enormes progresos que se han conseguido en estas últimos tiempos, las cifras que nos porporcionan ahora mismo las instituciones internacionales que trabajan en favor de la mujer son aterradoras. No son nada las discriminaciones, casi de lujo, que aborrecemos, y siempre con razón, en nuestros espacios europeos, comparadas con las discrimaciones más graves sufridas por las mujeres en casi en todas partes. Basten algunas. El 67% de los pobres en el mundo son mujeres. Ellas representan el 70% de adultos analfabetoss, el 80% de la población desnutrida y el 67% de la infancia no escolarizada. Aunque ellas alcanzan el 52% de quienes trabajan, sólo poseen el 1% de la tierra, el 2% del crédito agrícola y el 10% del dinero en propiedad. Una de cada tres mujeres sufre malos tratos o abusos sexuales y el 47% declara haber sifo forzada en su primera relación sexual. Si pensamos un poco en la fundamental influencia de la mujer en la vida total de la sociedad, y especialmente en los campos de la nutrición, educación y cultura de los niños, esas cifras se convierten en un pavoroso cuadro de inhumanidad y de barbarie.