El inmovilismo de Rajoy

 

      El inmovilismo, la inoperancia, la indiferencia, la irresponsabilidad, el silencio, la incapacidad de diálogo en lo que a Cataluña se refiere, y hasta la falta de proyecto para Cataluña y España entera son acusaciones  e incluso caracteres políticos que vienen persiguiendo al presidente del Gobierno hace varios años desde las filas de todos los partidos independentistas, confederalistas, populistas autodeterministas, de algunos partidos constitucionalistas, y de numerosos comentaristas y medios de comunicación. No es menester decir que casi siempre se trata de obtusas pullas partidistas interesadas y, dicho asi, sin matiz y sin autocrítica alguna, a menudo, bastante injustas. Pero a las veces, y en casos bien concretos, la actuación de Rajoy, conservador sobre todo de carácter, y sus varios Gobiernos no puede justificarse. Por una parte, ha seguido la mala costumbre de sus predecesores de cambiar cromos políticos con partidos llamados nacionalistas a cuenta de votos, y, por otra, no ha  tenido el menor interés en intentar cambiar ese caos jurídico-político, causante de muchos males, que es el capítulo VI de la Constitución, así como en reformar el Senado, añadir la lista de Comunidades Autónomas, etc. A última hora, y a trancas y barrancas, ha aceptado la propuesta del PSOE de abrir una subcomisión en el Congreso para estudiar una posible y limitada reforma constitucional. Ya sabemos las muchas diferencias que cultivan los partidos sobre el asunto, pero, si ni siquiera las ponen  de manifiesto y en serio, para que sepamos todos a qué atenernos, entonces la cosa no tiene remedio. Por otra parte, y es bien sabido, la política de comunicación de los Gobiernos rajoyistas en lo que a Cataluña respecta ha sido patéticamente nefasta. Estos días lo estamos pagando todos. La convivencia diaria de todos los españoles, la cohesión de todos ellos en cualquier sector de la vida no empiezan ni terminan en la ley, en las leyes, en las sentencias de los tribunales ni en los informes de los juristas. Ni todo en la vida política son derechos y deberes. Ni siquiera presupuesto y funanciación. En Cataluña, como en cualquier otra región, nacionalidad, y también en toda la Nación española, hay hombres (varones y mujeres) de carne y hueso, de entendimiento (no sólo razón calculadora), voluntad, sentimientos, memoria, imaginación, fantasía, afectos, emociones, amores, amistades, esperanzas, ilusiones, dolores, quebrantos, decepciones, proyectos… Que tienen su lengua, su historia, sus paisajes, su literatura, su poesía, su pintura y su música, sus deportes propios… ¿Ha oído alguien alguna vez  a Rajoy citar un poema o una novela catalanes? ¿Algo que no sea euros y leyes? Y durante todos estos tristísimos días, ¿dónde está el presidente del Gobierno, que debiera informarnos y sosegarnos a todos los españoles? Su excelente dialéctica en las Cortes debiera trasladarse con mucha mayor frecuencia a la televisión que ven todos los españoles, Y estos días, de continuo. Hoy mismo esperaba yo su presencia después del Consejo de Ministros. Y no con un lenguaje de madera, como ha sido el de su prtavoz, mi admirado, y un día colega europeo, ministro de Educación y Cultura.