La dimisión de Imaz

Desde la fundación del PNV en 1895 sus crisis de identidad han sido constantes. El mismo Sabino Arana Goiri, el fundador, pasó de carlista a independentista vasco y al final de su vida a fundar la Liga de Vascos Españolista. Llegó después la expulsión del partido de su cofundador, Luis Arana Goiri. hermano mayor de Sabino. Vino más tarde la división entre aberrianos intransigentes (Aberri) y comunionistas pragmáticos y pactistas(Comunión Nacionalista Vasca). En 1930 se llevó a cabo la escisión de los fundadores de Acción Nacionalista Vasca. Tras el fracaso histórico de la República y Guerra Civil, se fueron en los años sesenta un buen grupo de jóvenes que fundaron la banda terrorista ETA. En 1982, los sabinianos vizcaínos (facción de Ormaza), y, a los dos años, quienes iban a formar un nuevo partido, Eusko Alkartasuna, con el ex lehendakari Garaicoechea a la cabeza. Ahora Jon Josu Imaz San Miguel -dos apellidos significativos-, nacido en Zumárraga, villa fabril, ferroviaria y con mayoría de emigrantes, y ex diputado europeo, explica su dimisión en un artículo enviado a la prensa, donde, aparte las reverenciales pleitesías partidistas, muestra su fe en “una Euskadi, en la que los diferentes sentimientos de pertenencia de quienes componemos la sociedasd vasca convivan compartiendo un proyecto de país, cuyo futuro construyamos entre todos”; una Euskadi en la que la identidad vasca “se construya en base a valores en un mundo cada vez más abierto y complejo, en el que el amor a lo propio no nos lleve a construir el futuro contra nadie”; sin dejar de subrayar que “conceptos como estado-nación, soberanía e independencia adquieren hoy tintes necesariamente diferentes de lo que en el pasado representaban”. Algo de esto, mucho menos claro, se dice en la reciente y laboriosa ponencia del PNV, aprobada curiosamente por unanimidad, pero esto mismo se da de bruces con el axioma sabiniano, siempre repetido, de que Euzkadi (sic) es la (única) patria de los vascos, la nación que quiere estar de pleno dereccho en el concierto de las naciones europeas, con la exigencia primordial e irrenunciable -desde 1998- del derecho a decidir, eufemismo de autodeterminación, tenida antes como “un estribillo leninista”, etc. Y es que, sin renunciar al pueblo vasco unánime, imaginado y no real, sabiniano, es decir, abertzale (patriota) = nacionalista independentista, el PNV de las dos alas, de las dos almas, no tiene salida. Pero ¿sería entonces el PNV un partido autonomista sin más? Esa es la acusación perenne de ETA-HB, que sueña con la sucesión del partido hegemónico de Euskadi. Todo demasiado difícil para entenderlo demasiado pronto.