Jueves Santo

No huye el Maestro.
A sus fieles discípulos / discípulas
galileos, peregrinos con él a la Pascua,
les invita a una cena solemne
de consuelo y despedida.
Prevé su muerte próxima:
no hay tiempo que perder.

Igual que en Galilea,
la cena es anticipo del banquete hermanal
en el Reino de Dios sobre la tierra,
cuando todos beberán,
alegres y dichosos, el fruto de la vid.
El Rabbi se pone en pie,
toma el pan en sus manos,
bendicen todos al Cielo,
la bendición divina
corre en los trozos del pan
roto y repartido:
“Esto es mi cuerpo entregado por vosotros“.
Entregado hasta el final
para que todos lleguen al Reino de Dios.

Al acabar la cena, fraternal y triste,
toma el Rabbi una copa de vino,
da gracias al Cielo, y esta vez
la bebe y da a todos a beber de la misma:
Esta es la Alianza en mi sangre,vertida por todos“.

Los pobres galileos, consternados,
no olvidarán el dulce testamento.

Balaban los corderos, en vísperas pascuales,
en los patios y terrazas lunizados
de Jerusalén.