Intelectuales

De ellos hablaron, en libros resonantes, Marx, Benda, Gramsci o Aron. Todo el mundo tiene por intelectuales a estos  cuatro escritores, o a otros como Montaigne, Larra, Zola, Ortega, Unamuno, Sartre, Camus, Russell, Chomsky…, hombres comprometidos con decir la verdad moral a su pueblo, por encima de cualquier pertenencia, obediencia o presión. Intelectual es, pues, igual a pensador-escrritor comprometido con su sociedad. Quien opone resistencia a las corrientes del tiempo, lo definió el autor de La peste. Hoy, en cambio, pocos críticos hablan de su existencia: y menos de su influencia: por la falta de compromiso, por la extensión y diversificación de los medios de comunicación y  por la profesionalización de lo que ha dado en llamarse líderes de opinión, generalmente ajustados al guión prescrito por la empresa a la que sirven. No cabe duda de que auténticos intelectuales sigue habiendo, pero difuminados, borrosos casi entre una turba de  tertulianos omnipresentes, agresivos, apasionados, omniscientes. Acaso el exceso de igualdad democrática y  técnica nos ha hecho a todos más iguales pero más mediocres. Victoria Camps cita a Tocqueville, que dijo aquello que el hombre de genio se hace cada vez más raro, y la cultura más común.