En Santixusti de Guendulain

 

 

Tarde primera de mayo. Atravesamos Esparza de Galar y el barrio bajo de Galar, pueblos renovados y elegantes, ajardinados. Dejamos el coche y nos ponemos a andar por una buena pista hacia el Camino de Santiago, que parte de Pamplona a Puente la Reina-Estella-Logroño. Tenemos ante nuestros ojos un vasto panorama primaveral de verdes prietos (trigales) y verdes transparentes (cebadales), que rodean el pueblo de Galar y se derraman a un lado y otro, perdiéndose en la luz de la belleza que ilumina todo el costado occidental de la cuenca de Pamplona. Como si el paisaje hubiera madurado y estallado de golpe. Unas calandrias salen alborotadas delante de nosotros.

El Camino de Santiago es estrecho y son muchos los viandantes que van y vienen, solos, acompañados, con perros, con bicis. Son también las flores de mayo que nos salen al paso: campánulas, ranúnculos, margaritas, orquídeas, viboreras, potentillas, mentastros… y exigen nuestra atención. Un rodal de chopos muy altos. La segunda parte del Camino coincide con la regata Agunce, que baja de la sierra del Perdón y llena las dos orillas de la via de una rozagante vegetación: olmos, espinos navarros, zarzamoras, agavanzos, viburnos, cornejos…, y, más adelante, fresnos, álamos, nogales, arcess, acacias o plátanos.

En la última parte de nuestra andada, antes de llegar al pie de la colina, donde estuvo el señorío de Guendulain (de Centulus: centulanun, Centuli fundus), llevamos cerca, encima de nosotros, el espolón del cerro prerromano, configurado por escarpes en todas las direcciones, excepto en el sur, que debió de estar defendido por una muralla de la que quedan restos en un ribazo. Nos entretenemos un rato en la balsa, formada por el Agunce, con grandes carrizos laterales, donde canta la curruca carricera, y después nos acercamos al cerro testigo por su flanco occidental. Pero nos separa de él una pieza de trigo. En esto que atraviesa la finca una gran máquina agrícola, abonadora o regadora, que andaba trabajando con dos grandes aletas una finca contigua. Queremos preguntarle al tractorista si podemos atravesar el trigal, pero él va a hablando por teléfono, nos sonríe y no se detiene. Aprovechamos el surco que ha hecho la máquina y alcanzamos la falda del cerro, llamado Santixusti o Santijusti, por la antigua ermita dedicada a Santa Justina, ya desaparecida. Por entre altas hierbas, otaberas, ollagas (genista scorpius), enebros, tomillos, zerrenzas…, subimos hasta el primer bancal o foso, que rodea todo el cerro, acercándonos al espolón, sin pasar de allí. La superficie interior mide en torno a 20.000 metros cuadrados, según Armendáriz.

Los arqueólogos de la Universidad de Navarra, entre ellos, Amparo Castiella, encontraron aquí, a finales del siglo pasado, cerámicas hechas a mano, tormeadas de tipo celtibérico y romanas altoimperiales de varios tipos. La utiización agrícola del recinto, anterior a los años setenta, destruyó buena parte de las estructuras internas y de los depósitos arqueológicos. El poblado, que pudo arrancar del Bronce Final o del Hierro Antiguo, siguió habitado hasta los primeros siglos de nuestra Era y fue abandonado pobablemente durante la Edad Media, cuando sus paisanos pasaron a las colinas próximas y más habitables de Galar y Guendulain. Ahí cerca vemos desde aqui el poblado celtíbero de Sansol (Muru-Astrain), que ya visitamos, y el de Esparza, que nos queda por visitar. Y también el campamento romano de Gazólaz, junto al caserío actual, precedidos por la torre y las casas viejas y nuevas de Sagüés.

Po estos lugares, la Asociación de Contratistas y Promotores de Navarra (ACP) compró el año 2005 tres millones ochocientos mil metros cuadrados de terreno (de los 5´56 kiómetros cuadrados de Guendulain) a los hermanos Londaiz Mencos, herederos del conde de Guendulain, intentando construir 15.000 viviendas, que luego llegarían a 18.970 (50 por ha), para lo que hubiera podido ser la segunda ciudad de Navarra, mucho más que un nuevo Mendilllori. Hasta ahora no han comenzado las obras. Afortundamente.