El Dios de Delibes

Discreto, sobrio, liberal y cristiano -le describía el diario LR-, Miguel Delibes nunca rehuyó mostrar su fe abiertamente. Enemigo del dogmatismo, la intolerancia, del escrúpulo que puede llegar a ser una fosa para la fe, de la injusticia y de la explotación del hombre o la naturaleza. Toda su obra fue una defensa de la dignidad humana, de ese fondo moral inalterable, en que él mismo se apoyaba. Su defensa igualmente del nasciturus, sin tremendismos ni excentricidades, ha sido justamente subrayada por los los pocos medios de información que todavía se atreven a discurrir sobre estas cosas. En su novela, tan autobiográfica, Señora de rojo sobre fondo gris (Ángeles de Castro, su mujer fallecida), el Dios que ayudó al novelissta a salir del pozo de su dolor y su tristeza, como él confiesa, aparece revelado, manifestado, encarnado en su Palabra, en Jesús de Nazaret: Era cristiana y acataba el misterio. Su imagen de Dios era Jesucristo. Necesitaba una imagen humana del Todopoderoso con la que poder entenderse (…) Cristo era el cimiento. En particular el Cristo del sermón de la montaña. Y él mismo, posteriormente, hacía esta sencilla profesión de fe: Espero que Cristo cumpla su palabra y ella nos traiga una paz y  una justicia perdurables a los que tanto las hemos predicado. Para mí eso podía ser una forma de vida eterna.