El cardenal de Sevilla

Mientras el Gobierno, sus partidos y periódicos afines, no han rebajado ni sus críticas ni sus dicterios ni sus mofas a la Conferencia Episcopal y sobre todo todo a dos de sus componentes, entre la Conferencia Episcopal y otros altos responsables de la Iglesia española se han dejado oír estos últimos días voces serenas y distintas. Una de ellas, la del cardenal de Sevilla, el franciscano Fray Carlos Amigo Vallejo, el antiguo arzobispo de Tetuán, ausente, por cierto, en la celebración del 30 de diciembre. En una entrevista abundante con el director de VN, al señor cardenal -como le llaman en su archidiócesis y en toda Andalucía-, muy señor él de las palabras y de las situaciones, dialogante, simpático, bienquisto de casi todos, le da por decir: “Quizá ha habido temas recientes y de actualidad en los que han faltado canales de comunicación, diálogo, explicación de lo que proceda y no se entienda. No podemos cansarnos de explicar, hay que seguir haciéndolo. En esto del diálogo hay que aprender a tener oídos muy grandes para escuchar a todos y la boca pequeña para hablar en la medida necesaria y lo justo, sin ofender”. Fray Carlos Amigo, que habla bien de todos y dice con toda razón que la Iglesia no es la Conferencia Episcopal, sino la vida diocesana, añade estas cosazas: “La Iglesia tiene que decir lo que piensa, pero que no espere que le pongan alfombras ni que no la critiquen. Si habla, tiene que estar dispuesta a aceptar las críticas. Después de una actuación pública, no es extraño que haya una respuesta pública. Si hablamos públicamente, tenemos que aceptar que públicamente se nos critique. Y ante las críticas, lo mejor es reflexionar, rectificar si procede y explicar las veces que haga falta lo que queremos decir“.-¿Nada nuevo? Sí, mucho. Seguro que al cardenal castellano, arzobispo de Sevilla, el historiador Juan María Laboa, que escribe unas páginas más adelante, no le incluye en este párrafo mordaz: “Da la inmpresión en estas repetidas ocasiones que la Iglesia cuenta con muchas cabezas y pocos corazones, situación que se convierte en suicida cuando las cabezas están mal amuebladas o destilan mediocridad”.