Domingo de ramos

No es una entrada triunfal.
El Nazareno, acusado
de amigar con prostitutas
y comer con publicanos,
de curar a los leprosos
y librar endemoniados,
no llega como el Prefecto,
montado en caballo blanco,
con jaeces y armaduras
y fulgentes legionarios.
Viene a celebrar la Pascua
con sus amigos  y hermanos,
con su madre y las mujeres,
que fieles le acompañaron,
de Galilea a Sión,
a subir al Templo santo.
Que es la Pascua de Yahvé,
que hizo de un pueblo esclavo,
aherrojado en Egipto
su pueblo privilegiado.
Los discípulos le aclaman
con hosannas de entusiasmo:
Bendito el Hijo del hombre,
el Mesías esperado,
el rey que inaugura un reino,
que no-es el de los romanos.
Unos le arrojan sus túnicas;
otros, arbustos y ramos.
Sólo unos pocos le siguen,
unos pocos entre tantos.

Es la entrada antitriunfal
de un rey montado en un asno.