De Tauste a Sancho Abarca

Nos quedaba de las Cinco Villas, la más sureña: Tauste. Fue la primera imagen que recuerdo de mi vida: era la procesión de la Virgen de Sancho Abarca, abril de 1940. Una multitud de gente en torno a las andas de la Virgen morenita y pequeña. Oia yo a mis tías prounciar ese nombre de Sancho Abarca, que no había oído nunca, y decían que, aunque muchos no iban a misa, a la procesión no faltaban.

En vez de bajar desde la capital de la comarca, Ejea de los CAballeros, que visitamos la última vez, venimos por la autovía de Navarra. Salimos en Valtierra, y entre los arrozales aguachinados de Arguedas, llegamos, pasando por la caballeresca Cabanillas, a la vecina Fustiñana, el pueblo, donde estaba mi tía, religiosa concepcionista, a la que nosotros llamábamos monja. No vemos a nadie por el pueblo, pueblo rectílíneo, hecho con escuadra, donde ver una casa de tres alturas parece un disparate. Por una carretetra solitaria, que avanza y se curva pareja al canal de riego, a un lado, y bajo los relieves tabulares de la Bardena navarra, rojizos, sepias, grisies, blanquecinos y ocres, al otro, vamos a Tauste. Nunca, en junio, habíamos visto una Ribera verde, verde en los regadíos, verde pujante en los ribazos, verde en los trigales, y sólo verdiamarailla en los cebadales.

Tauste nos aparece, a primea vista, poblachón moro antiguo, de calles estrechas y retorcidas, entre las que aparcamos como podemos para rodear, como los animales el día de San Antón, la iglesita cerrada de San Antonio, con una brillante torrecilla mudéjar. Para que no nos olvidemos, una placa nos recuerda que el Mudéjar aragonés fue declarado en Helsinki, en 2002, Patrimonio de la Humanidad. Cuidado.

Esta villa, medieval y ganadera, que sangró el río Arba, cerca de su desembocadura y abrió  ya en el siglo XIV el canal de Tauste, ha crecido mucho en un siglo, junto a una pequeña industria, ahora en crisis, hasta casi doblar la población, que es hoy de 7.000 habitantes, criatura arriba o abajo. Y tiene una iglesia de Santa María, entre el XIII y el XVIII, restaurada hace media docena de años, bella, esplendorosa de luz y limpieza, bien cuidada, con un retablo renacentista, un retablillo barroco y unas pinturas medievales, que es cosa de ver. Y sobre todo una alta y esbeltísima torre octogonal, mudéjar, del XIII, hecha de ladrillo aparejado a soga y tizón, y cogido con yeso, coronada de almenas, aprovechado el alminar árabe, que es de las mas elegantes que hemos visto. Tenemos la suerte de encontrar la abierta, cosa rara ya en España, porque una organista joven, que trabaja para la Diputación de Aragón, ha dado hoy aqui una clase de música para cientos de niños del colegio público. Y en esto que viene el pàrroco y nos explica la más reciente capilla de la Virgen de Sancho Abarca -¡aquélla de 1940!-, con las ingenuas pinturas de los de Fustiñana y los de Tauste compitiendo por quedarse con la Señora aparecida a un pastor en 1569, cuando hervía la persecución de los católicos en la Navarra de Ultrapuertos por nuestra reina Juana de Albret.

Es el primer día que hace calor por este cuadrante y nos refugiamos en casa Pepe, donde nos refocilamos un rato. Y luego, después de dar otra vuelta, subimos al santuario de la Virgen de Sancho Abarca, a unos pocos kilómetros de la villa. Hace años estuve aqui, un dia de calorazo, y me pareció  casi una ruina. Había iglesia, comenzada a levantar en 1670, un hostal de nombre y un recuedo de hospital. Hoy la iglesia está vaciada por obras en curso, hay un un bar y hotel recientísimo y muy digno de dos estrellas, donde bebemos cocacola y vemos la recocijada sobremesa de un grupo de señoras taustanas, que acaban jugándose los céntimos de euro que les sobrfan del escote. Las tres o cuatro casuchas del conjunto están pintadas y parecen otra cosa. La explanada tiene unos bancos, una baraandilla de piedrra y la sombra umbrosa de unos pinos.

Tal vez lo mejor de Sancho Abarca, sobre un cabezo de la Plana Negra, en el límite con la Blanca, y con el término de Fustiñana, es la dilatada visión que puede gozarse desde aqui, sobre la ribera sur y sur oeste del Ebro, del regadío de Tauste y de los pueblos aledaños. Vemos, entre otros puntos habitados, los dos poblados de colonización, inaugurados en 1954, Santa Engracia y Sancho Abarca. Todo es aqui, como se ve, Sancho Abarca. En las laderas del monte, que un día vi agreste secarral, verdean hoy el coscojo, el lentismo, el tomillo, con todas las muchas florecillas de junio.

Bueno sería estar mucho rato aqui, porque este lugar nos hace dominadores y universales, pero salimos hacia Tudela, a ver el Ebro recrecido, los regadíos salvados de las aguas, y las tierras ribereñas de Castejón, todavía con el agua y el miedo al agua en el cuerpo.