¿Celebrar “Halloween”?

Es la moda del día. Pero casi nadie recuerda el origen de la misma. El mismo nombre es la deformación americana del término, en el inglés irlandés All Hollows´Eve: Vigilia de  todos los santos. La fiesta se remonta al paganismo de los celtas. El 1 de noviembre era para ellos el primer día del año, la fiesta en la que los espíritus buscaban cuerpos para reencarnarse. La Iglesia sustituyó en la Edad Media esta tradición por la fiesta de Todos los Santos, seguida por la del día de Difuntos. Halloween es, pues, la última versión secularizada de una fiesta católica en los Estados Unidos de América, a donde llegaron millones de emigrantes iralndeses, con su intensa devoción a los santos, lo que a los puritanos protestantes americanos les  daba para atrás. En la nueva fiesta se descarta el sentido católico de la misma y se mantiene el aspecto lúgubre del más allá, con los fantasmas, los muertos que se alzan de las tumbas, las almas perdidas que atormentan a los que en la vida les hicieron daño…, todo ello exorcizado con máscaras y bromas. El nuevo culto, más que una forma de neopaganismo o culto esotérico -que también-, es una parodia, con mayor o menor intención, de la fiesta tradicional con fines preferentemente consumistas, el mercadeo de Halloween: máscaras, calaveras, calabazas, capas, gorros… y espacios publicitarios en las películas de horror por las cadenas de televisión. Ccmercialmente, es una fiesta joven, diferente, transgresora, con fantasmas, brujas y zombis, que se divierten, bailan y beben. Los medios esoteristas clásicos, por su parte, celebran el Samhaim, fiesta celta del 1 de noviembre como el día más magico de todo el año, año nuevo del mundo esotérico. Una de las cuatro fechas del Gran Sabbat (encuentro entre las brujas y Satanás). El escritor italiano Paolo Gulisano, coautor con la investigadora irlandesa norteamericana Brid O´Neill del libro La notte delle zucche (La noche de las calabazas), y de quien tomo muchos de los datos anteriores, anima a educadores y familias a movilizarse contra la falta de educación, de buen gusto, contra la profanación del misterio de la muerte y de la vida tras la muerte. Pero añade: Se puede hacer fiesta en Halloween, recordando lo que este día ha significado durante siglos y lo que sigue testimoniando. Hay  que salvar Halloween, dándole todo sus antiguo significado, liberando esta fiesta de la dimensión puramente consumista y comercial y sobre todo extirpando la pátina de ocultismo sombrío del que ha sido revestida. (…) para que los niños sean educados en una visión de la muerte como acontecimiento humano natural, del que no hay que tener miedo.