Católicos ante la bioética (II)

 

         Discurre Garrido también  sobre la limitación del esfuerzo terapéutico (LET), sobre la sedación paliativa y el rechazo de ulteriores tratamientos, puntos más o menos reconocidos, aceptados y utilizados por la gran mayoría de creyentes. La LET y la sedación, en el contexto de una enfermedad progresiva, cuando tiene por finalidad eliminar el sufrimiento, tras haberse hecho esfuerzos por otros medios para controlarlo, no causan la muerte, sino permiten que la enfermedad siga su curso. Disminuyen también, aunque no hacen desaparecer para muchos la necesidad de plantearse el escenario de la eutanasia. Ayudan a acortar la muerte sin acortar la vida. Más arriesgado es el nuevo paso ante la eutanasia y el suicidio asistido, hecho en principio impensable desde el concepto esencial de las profesiones sanitarias. Garrido piensa que adquiere sentido valorar y debatir su admisibilidad, siempe como excepción, cuando se produce en un contexto de sufrimiento que no puede aliviarse de otra manera y dentro de un principio también muy importante para los profesionales, que es el de “no abandono“. Reconoce que en ese contexto se encuadran algunas noticias de estos últimos años que causaron impacto en el entorno creyente cristiano, como la declaración del Instituto Borja de Bioética, la aplicación de la eutanasia en los hospitales de los Hermanos de la Caridad en Bélgica o el apoyo a la muerte asistida argumenado por Hans Küng en su libro Una muerte feliz.