Arantzazu

Si aquel día, mientras se  desangraba Guipúzcoa en la guerra de los bandos, estuvo tan hermoso como estaba hoy, no me extraña que la Virgen María se le hubiera aparecido al pastor Rodrigo de Balzategui, que éste la hubiera visto sobre el espino, que la gente acudiera en masa, prenda de innumerales peregrinaciones posteriores, y que levantara la primera ermita, que acabaría en la basílica que, después de tantos dimes y diretes, fue consagrada en 1969. Hoy están jubilosos, exultantes, no sólo los espinos, sino también, con sus verdes recién estrenados, los fresnos, los avellanos, los saúcos, los tilos, los robles, las hayas. Y todas las flores pimpantes de mayo. Y se asoman con su consistente nomenclatura euskérica de piedra original, no al abismo ni al barranco, sino al santuario, las sierras calizas de Elguea, Aitzgorri, el macizo de Aloña, los picos de Aitzabal, Beitollotsa y Gaztelumaitz. Me gusta esa Virgencica pequeña, recogida, de humilde perfil gótico, sobre el espino y con un cencerro a sus pies, porque canta la “pequeñez de la esclava“, peregrina de Dios en el camino de la fe, madre cotidiana y sencilla lo mismo para un roto que para un descosido. Me gustan esas torres, sobre todo la torre exenta (que es Cristo), de piedra labrada en punta de diamante, imagen del espino, de las espinas del Hijo y de la Madre con el Hijo en brazos (la Piedad de la fachada), de las espinas de todos los seres humanos que suben hasta allí o se quedan en otros valles de lágrimas. Y esos catorce apóstoles, porque los apóstoles de verdad fueron muchos más que once y que doce (las doce tribus de Israel), vacíos ya de materia animada y repletos de espíritu (de viento divino). Y esa nave interior, esa nave que nos lleva, que es naturaleza robusta, agreste y envolvente: cielo, montaña, roca, silencio natural, canto de pájaros, rumor de aguas…, en los materiales lóseles: piedra, hierro, madera, cal, pero habitados por la gloria gozosa y silenciosamente elocuente de Dios, que echamos de menos en tantos templos, que, en el mejor de los casos, son sólo museos, estaciones de turismo, lugares de paso rápido, objetos de arte que hay que pagar para ver. Me gusta la luz indirecta y leve de todo el espacio creado, y la múltiple y contenida de las vidrieras, y la luz apagada, confidente, ocre, gris, verde-gris, del mural-retablo, que recoge y trasfigura toda la creación.

Ama Lur.
Ama Bizi.
Ama Natura.
Jainkoaren Ama:
Lur, Bizi eta Naturaren Jaunaren
Ama.