Ahora, el aborto

Era de prever y de temer. Que para dis-traernos y di-vertirnos de la crisis económica volvieran los temas estrellas del último congreso del Psoe: la guerra civil, el aborto, la eutanasia, el laicismo. Ya comenzó anteayer con la guerra civil el juez estrella Garzón, quien, según Juan Carlos Ibarra, va por el Nóbel. Busca ahora los desaparecidos del franquismo, para que esto se parezca más a Chile, Argentina y Uruguay. Y le salen al paso, curiosamente, no los políticos sino los juristas como él, incluidos los Jueces por la Democracia. Vamos a ver si por fin se aclara el enigma de la fosa de Alcalá de Henares, donde tal vez estén los restos de Andreu Nin, despellejado antes de morir por los esbirros soviéticos, y de tantos y tantos más. Ahora, ya digo, le toca al aborto. Primero nos dijeron que la cosa se estudiaria en una comisión de expertos. Luego una encuesta daba negativo: los españoles no estaban de acuerdo en ampliar los supuestos actuales, que, por cierto, con el supuesto de la salud psíquica abarcan todos los supuestos posibles. Después el presidente declaró que todo vendría de un acuerdo entre partidos políticos. A la hora presente toda una ministra (de la Igualdad, claro) nos anuncia la cosa hecha y le pone fecha fija. ¿Dónde quedó la comisión de expertos? Por lo que publican ciertos diarios, todos son expertos y expertas proabortistas, cuando no abortistas en acción, que llevan años propugnando una ley de plazos, hasta 14 meses, que debe de ser lo único que se ha puesto sobre la mesa, siguiendo el ejemplo de los países más avanzados (más avanzados en abortar), algunos de los cuales llegan a los 21. Más avanzado es  todavía China, donde se puede abortar, cuando al Partido lo manda, en cualquier momento y por cualquier razón o sinrazón. Por otra parte, alguien nos dirá alguna vez de dónde salen los derechos de la mujer para abortar, como sostienen los miembros y miembras de esa comisión. Como por la vía del derecho natural no lo van a buscar ni encontrar, esperemos que nos digan qué tabla de derechos universales o continentales positivos nos aseguran la calificación moral de ese supuesto derecho.