Archivo por meses: junio 2013

La riada en Pamplona

El río Arga es el río de Pamplona. Se le llama el más navarro de los ríos, porque de los grandes (más bien, medianos) que nos cruzan, es el único que nace y muere en nuestra tierra. Hace dos días, una virulenta gota fría ha dejado en las cabeceras del río, en el Pirineo navarro, y en el de su afluente, el Ultzama, lluvias tan copiosas, que los han hinchado con 623,83 metros cúbicos por segundo, y, por eso, en el punto de su confluencia -Villava y sus aledaños- han inundado locamente calles, parques, campos, edificios, llevándose mucho de lo que encontraban a su paso. Lo que, según los expertos, sigue entrando en el período de retorno o de recurrencia de inundaciones, calculado hace diez años. Algunos de ellos nos recuerdan también que el río ha vuelto, aunque tarde, a expandirse por sus viejas áreas de expansión, que el hombre ha ocupado imprudentemente, fiado en estadísticas de corto alcance, en memorias de menor alcance todavía, y sobre todo en exijencias de inmediato interés.

El pamplonés primitivo habitó en la terraza alta del Arga. Y el Arga desde entonces fue el mejor aliado del habitante de la vieja Pompelo: su defensor, su abastecedor, su transportador, su motor, su saneador. Ahora ha sido su invasor, tal vez su reiivindicador.

Ayer, como todos los pamploneses, nos asomamos a la barandilla más alta de la muralla natural al norte de la ciudad y vimos a un río galopante anegar las huertas de la Magdalena y la Rochapea, los corrales de Goñi, el club Natación, el club Amaya, el parque de Aranzadi,  y después vimos ahogarse las huertas  y parques de Burlada, sin poder pasar más adelante.

Hoy, hemos seguido al Arga, aguas arriba, desde el puente del Plazaola hasta su fusión con el Ultzama, en Villava. Después hemos continuado hasta la Trinidad de Arre, para contemplar  nuestro Niágara foral, al pie del templo y del puente jacobeos. El Arga  venía todavía tumultuoso, ya sin los furores de la primera acometida, pero siempre triunfal y vencedor. Y por todas partes hemos ido viendo los despojos de su recorrido arrollador: caballería fluvial en vanguardia y sección de tanques acquatransportados guardándole las espaldas.

Las víctimas eran muchas y todas estaban  por el suelo: yerbines del Parque embalsados todavía; ramas, grandes troncos arrancados, rotos o aplastados contra la corriente o contra laderas, plásticos por las orillas y, tras los bordes, y barro y tierra por doquier. En el Parque de la Runa, los diversos juguetes mecánicos del parque infantil estaban bloqueados por el barrizal, las zaborras, los ramajes, mientras unos niños buscaban un sitio ya limpio para jugar. Afortundamente, aqui ha valido de mucho la mota levantada hace  tiempo, tras otras sacdidas, y el agua no pasó de ahí. La vista más penosa ha sido desde el siempre peripuesto puente de San Pedro, hoy lugar de peregrinaje, frente a las piscinas de Aranzadi: Chopos, fresnos, sauces, mimbreras…, arrancados o removidos, acorralados, atropellados, postrados en tierra; isletas deshechas o descuajeringadas; plásticos mil, trapos multicolores, hasta un colchón entre las ramas maltratadas de la orilla derecha , y en medio del cauce, unos hierros blancos de algún trasto casero. Todo, demolido o desfigurado, feo,  tras la avenida del huracán de las aguas. Más tranquilas, en cambio, han pasado por el llamado Paseo de los Alemanes, tal vez  porque el cauce es aqui más amplio  y los árboles más antiguos y seguros.

En la urbanización Martiket, de Villava, lugar sustraido al dominio natural del río Ultzama desde los tiempos de su construcción, andan muchos, con altas botas de goma, achicando el agua  de los bajos y bajeras con bombas de motor. Han sufrido el golpe bajo en todos los aledaños de los dos cauces, sobre todo, almacenes, naves (de tierra), sótanos, garajes, polideportivos y clubes.

 Seguimos hasta el Batán, donde los edficios se acercan peligrosamente a la orilla fuvial, y subimos por las escaleras, adornadas por acacias y viburnos, hasta el mirador de Arre. Las buenas gentes se sientan en los bancos o miran asombradas la cascada del Ultzama: turbia, violenta, imponente, conminatoria, rugidora, encrespada sobre las piedras negruzcas de pizarra, tras las cuatro negras lagunas de embalsamiento. ¿Es la montaña que amenaza los valles de la cuenca? ¿Es el campo que apostrofa a la ciudad? ¿Es el norte que desafía al sur?

Desde el puente medieval miramos el río aguas arriba, que parece, aunque crecido, el mismo río apacible, que nace en los puertos y corretea, modesto, entre arbustos por el valle de su nombre:  río y  valle, lo más pacífico que se pueda imaginar.

Pero hoy el Ultzama, multiplicado y encorajinado por la gota fría, nos parece tan grande o mayor que el Arga. Y el Arga nos parece el Ebro, el Ródano, el Sena, el Elba… Qué sé yo.

Profecía y sabiduría

En una reciente entrevista publicada en VN, el jesuita  palentino Adolfo Nicolás, prepósito general de la Compañía de Jesus, que ha vivido gran parte de su vida en Japón, nos sorprende a muchos de nosotros al afirmar  una y otra vez, con expresiones parecidas, que la Igesia de hoy, cuando habla a la sociedad moderna, no puede hablar proféticamente, porque no hay fe para recibir el mensaje profético. Tiene que hablar como habló el Espíritu en la última parte del Antiguo Testamento. Tiene que hablar sapiencialmente. Dentro de la Iglesia son necesarios los profetas y la profecía, que es todo menos adivinanza, añado yo. Pero a la sociedad hay que ofrecerle sabiduría, dándole mensajes que tengan sentido, que abran caminos, que ayuden a los jóvenes a ver que hay todo un camino de sabiduría que hay que seguir. (…) Si la Iglesia quiere tener credibilidad con los no cristianos, tiene que ir por la línea de la sabiduría.- Breve y profunda lección, que a nosotros nos toca ponerla en práctica, dejando de lado viejos manuales apologéticos, superficiales recetas seudoprogresistas y cierta comodonería personal y colectiva, causa próxima, las más de las veces, de nuestros fracasos hacia fuera y de nuestro escepticismo y falta de entusiasmo hacia dentro.

Mundanidad espiritual

Fue uno de los conceptos preferidos por el entonces cardenal Bergoglio, y es un concepto que sigue desarrollando el papa actual, Fancisco: “No se contaminen con el mundo”, dice el apóstol Santiago –proclamaba en una homilía, hace un año-. No a la hipocresía. No al clericalismo hipócrita. No a la mundanidad espiritual. La mundanidad espiritual consiste en adaptarse, en acomodarse tanto a este mundo (superficial e injusto), en que vivimos, que se llega a disolver la singularidad cristiana, el elemento diferencial cristiano, para congraciarse con los demás, para ser como los demás (olvidando el modelo de Cristo) y reducir el crisianismo a pura espiritualidad interior, no encarnada, sólo rito y plegaria, en el mejor de los casos. Tampoco vale utilizar la fe como medio y modo de promoción humana, lo que resulta contradictorio con la verdadera conversión cristiana, que nace de un encuentro personal con Cristo. La mundanidad espiritual es un espiritualidad a la moda (del mundo), complaciente, acrítica, resignada, apática, poco mundana, valga la paradoja. Porque no quiere tomar en serio este mundo, tal cual es, ni mejorarlo, mucho menos transformarlo en otro, mucho más humano y mucho más que humano.

Sol sobre nieblas

Durante millones de años el sol reinó omnipotente sobre montes, nieblas y valles.

Un día, no sabemos aún cuándo, ni cómo, ni dónde, apareció el hombre (homo, homo sapiens, homo sapiens sapiens) sobre la t ierra.

Y dio nombre, referencia humana, sentido, a los smontes, a las nieblas y a los valles.

Hubo entonces un país y un paisaje.

Y fue posible la geo-grafía.

 Y la historia.

Una historia de cada hombre (varón o mujer) y de muchos hombres.

Que formaron, después de muchos años, hordas, clanes, tribus, pueblos…

Y un reino, del que hablan las crónicas y las historias.

Nativos digitales

La nueva expresión parece proceder del jesuita italiano Antonio Spadro, director de la muy influyente revista La Civiltà Cattolica. Nativos digitales son los niños, jóvenes y maduros, que no tienen la RED telemática, en sus distintos accesos -móvil y ordenador, sobre todo- sólo como su instrumento de trabajo o archivo de investigación, sino que tienen en ella su entorno y hasta su mundo, en el que casi ya nacen, y crecen, se divierten, se comunican, trabajan y, sobre todo… viven. Es ya su nuevo planeta cultural y vital para ahora y… para siempre. Un caos-cosmos o cosmos-caos, donde no hay decálogos de ningún tipo, ni solemnes declaraciones normativas, ni tablas jerárquicas de valores, y, menos aún, protocolos políticos. Donde todo se hace a dedo, a la carta, a la real gana de cada uno. Es un mundo, pero cada día más el mundo de todos. Por lo que, si queremos seguir viviendo -y guardadas todas las proporciones necesarias y posibles-, hay que estar en él, primero porque es nuestro destino actual; segundo, para seguir aprendiendo infinidad de cosas que antes no podíamos aprender, y, después, si alguien tiene todavía convicciones y arrestos, para hacerlos conocer. Lo que exige, es verdad,  mucha humildad y mucha fortaleza a fin de no dejarse abatir demasiado pronto ni desfallecer antes de tiempo. Pero fuera de la Red no hay mucha vida. Y dar la espalda a la Red es haber muerto ya.

¿Un capitalismo eterno?

Termino una pila de libros, atículos, entrevistas… sobre el futuro del capitalismo y saco la conclusión, no propia de adivinos ni de profetas, que, así como el capitalismo incipiente y creciente coincidió durante siglos con el feudalismo hegemónico, el capitalismo actual, diferente, variado, múltiple, vivirá todavía mucho tiempo, muchos años, tal vez siglos, con nuevas formas de capitalismo, no conocidas hoy, y con sistemas, hoy minoritarios pero crecientes, de cooperativismo, autogestión, economía social, o como quiera llamarse, con cooperativas de consumo y producción, redes sociales, empresas autogestionadas, bancos éticos, comercios justos, sociedades participadas, escuelas y universidades sociales, comunidades religiosas o culturales en comunidad de bienes… En algunos paises de capitalismo muy avanzado todo este número de alternativas al sistema capitalista estricto comienza a hacerse notar y a ganar terreno. Alternativas, en las que el capital también es necesario, cómo no, pero no capital a la hora de la jerarquía de valores, que insspiran y nutren una vida.- Recordemos que el sustantivo capital procede del latín capita (cabezas de ganado: la riqueza mayor de una sociedad agrícola-ganadera), no de cabezas de personas.

En el Guggenheim, de Bilbao

Navego yo también durante un rato, bajo el toldo protector, sobre la cubierta de una de las naves de Frank Ghery, entre las aguas mansas de la orilla y las aguas densas de la ría, entre las nieblas bilbaíno-polacas, los tulipanes de importación, los arcos rojos del puente de la Salve, las escaleras de los barrios altos y la araña-madre de los sueños de la infancia… Me rodean por todas partes las carpas escurridizas y múltiples de la niñez del gran arquitecto, con sus escamas de  titanio, cristal ferruginoso y piedra caliza. Toda la vida de la villa del Nervión está representada, y aun repoducida, aqui: las proas y las popas de sus barcos; sus muchas salas comerciales; el surtidor de fuego, las bolas de acero y el hierro de sus ferrerías y su industria posterior – y ¿qué es la inmensa sala dedicada a Richard Serra sino todo un astillero y hasta un alto horno, apagado ahora por el arte?-; la luz que llega desde la rosa del aire entre las vallas sombrias de los montes que circundan la ciudad; la audacia de sus navegantes y banqueros; la elegancia de sus edificios modernistas; las curvas de sus mujeres matriarcales y de sus artistas innovadores; la obra bien hecha de la multitud de sus trabajadores y líderes obreros, venidos de todas partes; la tradición de sus patriotas de la tierra, del agua y del viento, concretos y caseros, mientras todos navegamos juntos… Y después, me pierdo, literalmente me pierdo, entre algunos artistas del Pop-Art y aledaños, reunidos en la más reciente exposición: las sonrisas heladas de varias señoras vistosas, de Alex Katz; el despertar espeso, de Polke; los decididos adolescentes, de Gilbert and George; la ciudad caótica y creativa, de Rauschemberg; los astronautas muertos, de Basquiat, la seriada y desvaída Marilyn Monroe, de Warhol… El arte de un nuevo mundo, como el último Bilbao, complejo y vario, hecho de materiales y sueños tan antiguos…

Caffarena, “el mejor cristiano”

Así lo califica el escritor Eduardo Cierco en el último número de El Ciervo: el mejor cristiano, que ha conocido. Humilde y sencillo teólogo y profesor, jesuita, filósofo especialista en Kant, representaba, según él,  un cristianismo evangélico, delicado, limpio, sereno.- Por su parte, el socialista de izquierda Antonio Santesmases dibuja una emotiva estampa de su maestro en el Instituto Universitario de Teología, de Madrid, en el que el filósofo y teólogo José Gómez Caffarena -fundador y director después del Instituto Fe y Secularidad y del Foro sobre el Hecho Religioso- estudiaba y hacía estudiar las distintas formas de increencia, con cuidado, precisión y empatía, para hacer creible y comprensible el mensaje evangélico. Con una claridad, sencillez y profundidad, que él no había visto en ninguna otra parte, el adolescente madrileño veía a su profesor conocer y confrontar; arriesgar una tesis propia, que nunca la ocultaba, pero con tal honestidad intelectual, que comprendía que se podía optar por la tesis contraria: el mero empirismo, Prometeo o Sísifo.- Otro de sus discípulos, el escrritor jesuita José María Margenat, que describe el recorrido filosófico del maestro, dice de él algo que merece escribirse en letra cursiva: Aunque él fuese humilde, respetuoso, afinado, al hablar de Dios, su susurro y sus preguntas eran palabras elocuentes de una persona que creía hondamente en el misterio, aunque lo bordease siempre desde la problematicidad, incierta esperanza y tenue itinerario de quien se sabía peregrino, “homo viator”, en busca de un Dios que se deja buscar. Sólo desde nuestra desapropiación indigente, no la más importante, aunque necesaria, la material, sino la espiritual, la de la soberbia del lenguaje que pretende controlar con poder la  interpretación, sólo desde el vaciamiento podríamos vislumbrar el “éxtasis”.- Yo, que le conocí sólo un poco y asisti una vez solamente al Foro sobre el Hecho Religioso, leí en cambio a fondo su magna obra Filosofía de la Religión, uno de los libros que más luz y más ben me han dado en mi vida. Me uno, pues, con fervor y gratitud, en su mejor laudatio  a los que le conocieron de cerca y fueron sus verdaderos discípulos  en su vida.

Las Malloas

Las Malloas son el frente del cabalgamiento principal, hacia el norte, de la sierra de Aralar. La soberbía escarpadura,  amansada un tantico por la nieve, culmina en varias crestass dentadas de más de mil metros, como las de Irumugarrieta, Aldaón y Balerdi.

En el piedemonte pueden verse vastas escombreras de bloques y derrubios finos, arrancados por la gelivación en el escarpe y arrastrados por desplome, arroyamiento y por gigantescas coladas de lodo durante la última glaciación.

Lejano ya de tales tumultos geológicos, ondea, ligeramente defendido por el murallón, uno de los valles más lindos y sosegados de Navarra, poblado por el histórico Valle de Araitz, agricultor y ganadero, antaño peligrosamente fronterizo, hasta no hace mucho emigrante, y hoy asentdo y próspero.

Lo cruza nerviosamente el río Araxes, afluente del Oria.

La autovía de Leizarán ha liberado el bucólico ambiente de Araitz del ruidoso agobio de una espesa y sunuosa circulación.

Las Malloas siguen cabalgándolo, blancas y silenciosas amazonas impertérritas.

Corpus Christi

Cuerpo de pan.

Cuerpo de trigo.

Sangre de vid.

Sangre de vino.

El alimento

de los vecinos.

Signo de amor,

bien compartido,

y testamento

de quien, vencido,

dona la vida

por los amigos:

igual que el pan,

igual que el vino.

Viático elemental

para el camino

de la vida. Capital

de peregrinos.

Lo que era humano

es ya divino.

Cuerpo total:

Cuerpo de Cristo.