Archivo por meses: octubre 2007

La mano tendida

La metáfora de la mano tendida que aduce el presidente del Gobierno Autónomico Vasco, Juan José Ibarretexe, al ir a visitar al presidente del Gobierno de España, vale ya muy poco, al realizarse desde el chantaje, desde el desprecio a la legalidad que le dio y le da ser lo que es, y desde la tergiversación de los llamados “derechos históricos”, que para él son la verdadera Constitución de los vascos. Si estos dos últimos extremos son de sobra entendibles, el primero no lo es menos: nos entenderemos si nos reconoces el derecho a decidir (derecho de autodetermianción); tendrás paz, si nos dejas vivir en paz: como nosotros decidamos. Todo esto, que implica desconocer de raíz lo que es un Estado democrático moderno, hace que la mano tendida no signifique lo que en ciertas circunstancias significa la metáfora. Porque, sobre todo cuando ETA sigue activa e Ibarretxe pide un acuerdo entre los partidos vascos sin exclusiones, la mano tendida puede significar cualquier cosa, hasta la pura y simple amenaza. Con la mano tendida se han llevado a cabo las mejores hazañas y las peores fechorías de la humanidad.

“Nada te turbe / nada te espante”

Ayer fue el día de santa Teresa de Ávila, mi santa por excelencia. He tenido la suerte, este año, de visitar Ávila, Alba de Tormes y Salamanca, tres lugares teresianos de primera. Era su vida y sus muchos libros una de nuestras lecturas comunes preferidas cuando vivía mi madre, devotísima teresiana, que cantaba desde que yo era un crío las letrillas en torno a ese estribillo elemental, una de las profesiones más hermosas y profundas de fe que se han escrito nunca, que es el Nada te turbe. Lo tengo grabado, junto con un retrato de la santa, en mi mesilla de noche y es una de mis oraciones preferidas. Puede parecer, de lejos, una simpleza y hasta una típica fórmula de escape, que tanto han abundado en todas las religiones. Pero lo escribió, sabiendo lo que escribía, esta mujer maravillosa, inteligente y reformadora, conversadora y andariega, seductora y saladísima, trabajadora febril y práctica como un contable, dentro de su vocación tan contemplativa como activa, que sufrió de lo lindo en su vida, por unos y otros y hasta por su mala salud y las mil peripecias que le tocó remontar. El poema es mucho más largo y bello, pero el estribillo lo resume bien: Nada te turbe / nada te espante / todo se pasa / Dios no se muda / la paciencia / todo lo alcanza;/ quien a Dios tiene / nada le falta: Sólo Dios basta.

Las lecturas de la misa

Una de las partes, muy importantes, peor tratadas de la misa, dominical o no, son las lecturas. Conocedor de muchas parroquias e iglesias no parroquiales, y participante de no pocas celebraciones muy diversas, apenas si encuentro alguna excepción. Leídas a menudo mal -no digamos, cuando  los lectores son niños o personas muy mayores-, mal pronunciadas o entonadas, a veces por medio de sistemas de audifonía detestables, raramente los fieles se enteran de qué se lee, por qué se lee ese día ese fragmento, qué sentido es el suyo, cuándo y dónde está escrito, para qué, etc. Por ejemplo, qué es ese libro de la Sabiduría, quién es ese profeta Amós o quiénes son esos corintios… Así que la gente que llega, con frecuencia, tarde, no se pierde, la verdad, mucho. Cuando las lecturas, tanto del Nuevo como del Viejo Testamento, entre una feligresía tan ignorante de la Biblia como es la nuestra, son continuas, uno que no haya oído con mucha atención las anteriores, se queda a la luna de Valencia, sin saber siquiera de qué va la cosa. No suele haber la más mínima introducción, explicación, ni siquiera síntesis; ni se explica la relación con el evangelio del día. Por no hacerse nada o casi nada de todo esto, no se hace ni en los funerales, que han venido a ser como la misa dominical obligatoria de antes para la mayoría de católicos de hoy. Una pena. Una gran pereza eclesiástica. Una ocasión habitual fallida. Sin que nadie parezca inquietarse ni menos pre-ocuparse de todo ello.

Con Demócrito

Releo cinco breves sentencias de Demócrito, todas juntas en la colección Diels-Kranz, que parecen escritas para muchos de nosotros en días como éstos:

– Toda tierra es accesible para el hombre sabio, pues la patria del alma buena es todo el universo.
– La ley quiere favorecer la vida de los hombres, pero sólo puede hacerlo cuando ellos deseen experimentar algo bueno. Ella muestra su virtud propia sólo a quienes le obedecen.
– La guerra civil es mala para todos, pues tanto los vencedores como los vencidos experimentan el mismo daño.
– Sólo cuando hay concordia es posible para las ciudades llevar a cabo las grandes obras y las guerras; de otro modo, no.
– Es preferible la pobreza en una democracia a la llamada felicidad que da un gobernante autoritario, como lo es la libertad a la esclavitud.

La banderita de Rajoy

Veo a Mariano Rajoy, jefe de la real oposición política en España, con una banderita en la mano, el día de la fiesta nacional, en medio de un grupo de persomas sin banderita. Me parece ridículo y hasta triste. Las banderas tienen que estar donde tienen que estar y no en otro sitio. Y menos aún se pueden blandir como un arma, aunque sea un arma electoral, que de eso se trata. La Segunda República, al revés que la Primera, cometió, entre otros muchos, el error de cambiar la bandera tradicional española, que procedía de los tiempos de Carlos III. Los que lucharon bajo la bandera republicana durante la guerra civil, a pesar del reconocimiento oficial, en 1978, de la bandera constitucional, que es la de antes y la actual, no han acabado de reconocerla y menos de respetarla y quererla como es debido. Esa es la verdad. Y los nacionalistas etnicistas, confederalistas e independentistas de diversas denominaciones, o no la respetan ni la quieren, o la odian. Y hacen todo lo que pueden para no exhibirla. En este panorama esperpéntico ni el PSOE ni el PP han movido un dedo y menos un interés para convencer a sus socios de poder y de dinero del respeto -al menos- debido a la bandera nacional, que es de todos. Que yo sepa, la bandera no ha entrado en niguno de los innumerables acuerdos con sus socios de todo el arco parlamentario para conseguir una cosa tan sencilla, que se ha conseguido en todo el mundo. No le han dado ni importancia ni tiempo siquiera. Que no nos vengan, pues, ni unos ni otros, desde el gobierno y la oposición, a jugar con los símbolos nacionales, que son sagrados, para defender su verdad partidista, su verdad electoral.

La fiesta nacional

Recuerdo la fiesta nacional del 12 de octubre en mis tiempos de miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y de diputado europeo en Estrasburgo. Muy pocos compañeros de mi grupo parlamentario socialista, entonces mayoritario dentro de la delegación española, solían ir a la recepción en la embajada de España. Eran los tiempos de Felipe González. No les gustaba la fiesta, no creían en ella. Me temo que ahora suceda igual o peor. El nacionalismo, una de las versiones políticas y desfiguradas del patriotismo, nos ha ahuyentado en España el concepto y hasta la expresión de patria, para quedarse, casi en exclusiva, con ellos. (Abertzales se llaman los nacionalistas vascos: aberri-zale : amantes de la patria, patriotas. Y el grupo más fanático, nada menos que Izquierda abertzale (patriótica).- En su célebre discurso fúnebre, del año 431 a. C., al comienzo de la guerra del Peloponeso, tras celebrar la memoria de los antepsados, y en especial de sus padres, Pericles, animaba a sus conciudadanos atenienses a contemplar “el poder de la ciudad en la realidad de cada día“, a convertirse en sus “amantes” y a recordar que quienes consiguieron ese poder eran hombres audaces y conocedores de su deber: “Tratad, pues, de emular a estos hombres, y estimando que la felicidad se basa en la libertad y la libertad en el coraje, no miréis con inquietud los peligros de la guerra”. Patriotismo, pues, real y actual, cotidiano. Patriotismo que es amor a la comunidad, con audacia y sentido del deber, sabiendo que no hay felicidad sin libertad, ni libertad sin coraje. Un patriotismo tan necesario para nuestro espacio y nuestro tiempo.

La fe de los ricos

El teólogo belga José Comblin (1923) ha repartido su múltiple magisterio hablado especialmente en Chile y Brasil, y el escrito en numerosos libros y en las mejores revistas de todo el mundo. Es uno de los más críticos teólogos del momento. Leo su último trabajo Desafíos de fe y política en la globalización, que da razón para muchas reflexiones. Su afirmación inicial de que quien tiene fe hoy día son los pobres, aunque sea una fe milagrera y supersticiosa, tiene como contrapartida la constatación de la falta de fe de las clases dirigentes. Éstas están profundamente secularizadas y forman una sociedad humana totalmente dirigida por la economía. Trabajan intensamente al servicio del mercado intentando obtener los máximos beneficios posibles, produciendo, vendiendo, comprando, consumiendo, publicitando, acumulando. “La fe queda fuera de este horizonte. No se trata de que la clase dominante la rechace, sino que simplemente ha desaparecido de su vida, totalmente integrada en la economía. Algunos puede que mantengan algunas pràcticas, como el bautizo de los niños o las oraciones de los funerales. Puede que respeten al clero y simpaticen con el Papa. Pero esas cuestiones no entran en la vida: forman parte de las relaciones sociales”.- ¿Y quiénes no somos la clase dominante en Europa?

Mayoritismo y democracia

En su célebre  libro Le Contrat Social ya se preguntaba Rousseau cómo puede un hombre y una minoría en la oposición ser al mismo tiempo libres y estar forzados a someterse a leyes (la voluntad general) a las que no han dado su asentimiento. Y es que, si el mayoritismo mecánico fuera la esencia de la democracia, ningún humanismo serio, que tenga como tarea el cuidado de los pequeños, los débiles y los minoritarios, podría decirse compatible con la democracia, y más cuando las minorías son permanentes, por muy diversos motivos, dentro de cualquier comunidad. Una de las debilidades de la democracia es la trivialización de la mayoría y el descuido, cuando no el olvido y hasta el sometimiento, de las minorías, y no sólo de las minorías votantes (políticas, religiosas, culturales, étnicas,etc.). Es un caso más de la democracia entendida como método, como sistema a lo más, mas no como espíritu. Pero el pluralismo tampoco puede basarse únicamente en la pluralidad en sí, que no tiene en cuenta el principio del demos, que siempre dice unidad y solidaridad. El viejo principio de unidad en la pluralidad da en la clave. Hay personas y minorías opositoras que, en nombre de la pluralidad, rechazan toda unidad, y personas y mayorías que, en nombre de  la unidad, niegan toda pluralidad. Ninguna de las dos es demo-crática. Ninguna de las dos se tiene como parte integrante del pueblo.

25 años de dolor

La plataforma Libertad Ya, aunque reducida a su mínima expresión, sigue conmemorando fielmente cada año el XXV aniversario de los asesinados por la banda terrorista ETA en Navarra desde el año 1978. Esta vez eran nada menos cuatro las víctimas mortales de aquel año 1982: un delegado de Asepeyo, un guardia civil, un paisano que salía de un cuartel y un policía nacional. Los recuerdo muy bien, porque me tocó como presidente del Parlamento y senador estar cerca de los trágicos acontecimientos en Pamplona, Leitza y Burguete. Antes de un breve acto cívico en torno al monumento a las víctimas del terrorismo, hemos estado en la misa celebrada en la iglesia de San Ignacio -cerca de donde cayó herido el capitán Ignacio de Loyola-, acompañada de una bella música clásica y de un excelente coro vocal. La homilía, menos mal que breve, me ha recordado otros ratos parecidos, padecidos con oradores sagrados similares. Me daban ganas compulsivas de salirme, como he hecho alguna otra vez. ¡Amor y perdón! para los asesinados, no se sabe por quién ni por qué. Amor y perdón abstractos, sin más, en una cómoda y antievangélica versión para fieles ovejunos. Una vez más, he entendido un poco mejor por qué nos han sucedido tantas cosas atroces. También desde ciertos templos y celebrantes.

Incierta historia

Preparo una ponencia sobre Pericles y la democracia ateniense, por encargo de la Sociedad de Estudios Clásicos, para el próximo día 18 en el Ateneo Navarro, lo que me hace leer y releer miles de páginas de los autores griegos contemporáneos y posteriores, así como de algunos de sus mejores biógrafos y comentaristas. Plutarco, que escribió la grandiosa serie Vidas paralelas, es uno de esos autores posteriores, coleccionador de una rica tradición de seis siglos, que hay que leer con cautela pero siempre con interés. Escribiendo sobre Pericles, transcribe una serie de lo que llama infundios sobre la vida familiar y sexual del prohombre ateniense, y a renglón seguido se pregunta por qué tendría uno que admirarse de que “hombres con la conducta propia de sátiros”, anden constantemente “ofreciendo sus difamaciones contra los poderosos a la envidia de la chusma“. Y añade esta dolorida reflexión: “Así parece que en líneas generales es para la historia penosa y difícil de cazar la verdad. Siempre sucede que los que vienen después encuentran en el tiempo un obstáculo para el conocimiento de la realidad, y que la historia coetánea de los hechos y de la vida, unas veces por envidia y mala voluntad, y otras por complacencia y adulación, perjudica y tergiversa la verdad“. Y así desde Plutarco hasta hoy. Y así cada día que pasa. Basta leer los periódicos de hoy y el juicio que aparece en muchos de ellos sobre hechos, no del siglo V a.C., sino de ayer mismo o de anteayer, para experimentar cuán penosa y difícil de cazar es la verdad.