Un jesuíta desde Japón

Loable es el trabajo de todos los corresponsales durante estas semanas enJapón. Pero a la hora de los juicios generales, prefiero la opinión autorizada de la gente que vive allí y conoce el paño de cerca, con la libertad suficiente para hablar sobre él. Por ejemplo el jesuita español Manuel Silgo, con 48 años en aquel país, que escribe una carta desde Tokio y nos dice cosas como éstas:
– No ha habido robos ni asaltos a comercios, y sí grandes colas de personas esperando con una enorme paciencia oriental a que les llegue el turno a la hora de comprar o de recibir cualquier atención.
– El terremoto y el tsunami nos han colocado a los seres humanos en nuestro sitio, forzándonos a ser más humildes. Creíamos que habíamos dominado la naturaleza y nos hemos encontrado indefensos ante su gigantesca fuerza.
– Muchos japoneses no son cristianos de confesión, pero con su comportamiento están siendo signo de la presencia amorosa de un Padre que sufre y llora con sus hijos.
– A los que me han preguntado si pienso regresar a España, les he contestado que seguiré en Japón, al que quiero como si fuera mi tierra natal. No creo que la idea de regresar a su patria haya cruzado la mente de ningún misionero o misionera.
– Que sigáis estando a nuestro lado, como nosotros estamos junto a vosotros.