Dios no pudo librarle de la muerte
porque era mortal.
Pero Dios le salvó del sinsentido
de la vida,
de la noche sin alba,
de la eterna sombra del sheol.
Y todo llegó a su cumplimiento. (Jn 19, 30)
Los que fuimos liberados con él
y por él
contaremos la fama del Dios de nuestros padres
en medio del linaje de Jacob
y de todos los pueblos de la tierra.
Porque no desdeñó ni despreció
la desgracia del pobre acorralado,
ni le ocultó su rostro en la hora crucial,
y escuchó su gemido innenarrable
y acogió su postrer encomienda. (Luc 23, 46)
Sabemos por fin ahora
que, un no lejano día,
los pobres serán saciados, (Luc 6, 21)
que encontrarán a Dios los que le buscan
y vivirán sus corazones para siempre.