Relaciones del Vaticano con la República China

 

    El 27 de mayo de de 2007, Benedicto XVI escribía su famosa carta a los obispos, presbíteros, religiosos y fieles laicos de la Iglesia católica de la República Popular China. La carta, verdadero hito en la historia de las relaciones entre el Vaticano y China, rotas en 1951 con la expulsión del nuncio y de todos los misioneros extranjeros, puso  teórico fin a la división entre Iglesia pública e Iglesia clandestina, y dejó doctrinalmente a la Asociación Patriótica Católica China, el gran obstáculo durante años a las relaciones bilateraies, fuera de juego. La carta dejaba bien claro que se puede ser un buen chino y un buen católico. Algo tan importante  y decisivo como para ser la base rocosa de esta anunciada -esta semana y en exclusiva por VN– firma próxima de acuerdo entre la Santa Sede y la Repúlica Populat China. Un acuerdo elemental y primerizo, revisable cada dos o tres años, que evite a la Iglesia Católica vivir en un permanente asedio y discriminación, comparada incluso con otras Confesiones, y que permita a la Santa Sede, como pedía el papa Benedicto en su carta, ser libre en el nombramiento de obispos, punto capital en la vida de la Iglesia, cuando hoy en día cuarenta diócesis están esperando su evangélico pastor. Pero en un país inmenso y de régmen comunista totalitario, donde ha habido tantos mártires católicos y de otras iglesias cristianas; donde hay obipos encarcelados o en paraderos desconocidos; donde la Asociación Patriótica es aún tan preponderante; donde el presidente Xi Jimping  busca a toda costa la chinicización de las religiones para que sirvan a los intereses del Partido y bajo el control del mismo, y donde todavía se destruyen templos y cruces, como en las diócesis de Wenzhou o Zhuozhi, o se prohíbe tajantemente cualquier vestigio religioso durante la Navidad…, cualquier duda, recelo, escepticismo y hasta rechazo son bien comprensibles.- No conocemos en verdad ni los fundamentos, ni, mucho menos,  los detalles de este proximo acuerdo. Toda la pericia entre diplomáticos será poca. Toda la fraternidad entre los católicos públicos y candestinos será necesaria. Y sólo todo el esfuerzo, paciencia, delicadeza, fortaleza y templanza posibles en todos y entre todos harán tal vez posible, quizás dentro de muchos años, una situación regular de los cristianos, de los católicos, del Estado más poblado del mundo. Que los grandes evangelizdores de China, Mateo Ricci, Diego de Pantoja…,, y sobre todo Francisco de Javier echen una mano…, que ya la echan.