La torrentera

 

Estaba yo con mi madre en un indeterminado terreno. Había un pequeño árbol, indeterminado también. Salí hacia un terreno contiguo, más bien estrecho y largo, de un nivel inferior. De pronto vi y oí llegar una gran corriente de agua, que ocupaba toda la extensión del terreno donde yo estaba. Miré a mi madre, que parecía subirse a un pequeño relieve de terreno cerca del árbol, y eché a correr en dirección contraria, hacia un pequeño cerro, al que acudían también corriendo varias personas asustadas. Algunas no me eran conocidas y pensé que fuesen turistas. Intenté escalar la pequeña pendiente del cerro y sentí que alguna ropa que llevaba en las manos se me cayó entre los pies. Fue el momento de despertarme. Eran las siete y media de la mañana, un momento clásico entre el sueño y la vigilia, y entraba el sol persistente de este invierno por una de las ranuras de la persiana de madera. Estaba claro que la inundación repentina me había separado de mi madre. Todo lo demás aparecía incierto: mi falta de previsión al dejarla sola, mi huída hacia el lado donde ella no estaba,etc. Volví a dormirme. Pero no conseguí completar ni corregir el sueño anterior.