La teoría de las ventanas rotas

La teoría de las ventanas rotas, del profesor Philip Zimbardo, de la universidad de Stanford, expreimentada en 1969, sigue siendo utilísima. El auto abandonado en el rico Palo Alto (California) fue desvalijado, igual que el abandonaado en el Bronx de Nueva York sólo cuando se le rompieron los cristales de las ventanas. Desorden llama a desorden, suciedad a suciedad, indisciiplina y caos llaman a la anarquía y al delito habitual. El alcalde  de la metrópioli norteamericana, Giuliani, aprovechó la teoría para transformar el metro de la metrópoli, lugar  de máximo riesgo en los años ochenta para convertirlo en uno de los más seguros del mundo. Comenzó por borrar todos los graphitti, los anuncios ilegales, por exigir la mayor limpieza, por multar severamente la mínima agresión o abuso… y terminó con al estado de dejación, de abandono, de ventanas rotas existente. Y así, en estadios y parques, en barrios enteros. Lo mismo sucede también en cada una de las casas, en cada una de las sociedades. La dejación habitual de las reglas de juego, la relajación del respeto mutuo,  el abuso, cada día mayor, de las palabras hirientes, de los insultos, de las muestras de odio… acaban por hacer la convivencia imposible, la sociedad irrespirable.- Si aplicamos a la política esta, al parecer, ingenua teoría, entenderemos muchos enignas, resolveremos muchos problemas. Tenemos tantas ventanas rotas, que no es de de extrañar que nos hayamos acostumbrado a ellas. Y que miremos hacia otro lado para ver de dónde nos viene tanto mal.