Junto a la balsa de Ezkoriz

 

          Solíamos ir  a la balsa de Ezkoriz, o de Zolina, desde Zolina o desde Aranguren, por  caminos irregulares que suben y bajan entre campos de cereal, repartidos entre los valles y Valles de Aranguren y Egüés.

Hoy, viniendo de Pamplona, pasamos por Badostain para llegar al mismo lugar, una tarde del primer abril con muchas nubes y un bochorno templado, que anuncia calor y calima. La balsa, construida por la empresa Potasas de Navarra en los años sesenta para recoger las aguas procedentes de las vecinas explotaciones mineras de Subiza y Beriain, es un recuerdo azul del antiguo golfo o mar pirenaico de hace 40 millones de años, en el Eoceno medio, formadas calizas y margas de gran concentración de sal tras la retirada de las aguas primordiales. Es hoy también un importante humedal, elegido por 241 especies de aves para su descanso o refugio en varios períodos del año. Hoy solo sobrevuelan la balsa un par de milanos rojos, traídos y llevados por el viento del sur.

Subimos a la parte alta del  paredón septentrional que circunda la balsa, plantado de pinos que retienen el terreno y de unos rodales de acacias y arces de adorno, desde donde puede gozarse de la vista completa de la balsa, bajo la sierra lineal de  Tajonar y la sierra  bravia de Alaiz.  Por el camino nos acompañan las madrugadoras margaritas, las vivaces y humildes verónicas, las lechetreznas, los adonis vernales y las potentillas, y relucen de primavera los gallardos, aunque ásperos, cardos familiares: cardotas, cardos blancos, cardos marianos y cardos borriqueros.

Ardanaz nos deja ver la torre de su iglesia y sus casas más altas. El breve y altivo Lakidain,  bajo el castro y castillo de Irulegi y en frente del campamento romano. El palacio reconstruido de Góngora, con color de siglos, en el centro del  circo montañoso. Labiano arbolado y la ermita devocional de Santa Felicia. Las casas más al sur de Zolina y el expansivo Tajonar con nombre de sierra, con el castro Gaztelu, mostrándonos sus fosos del flanco oriental.

Hacia el norte, desde el acantilado de Malkaitz, bandera orográfica del Valle de Egüés, hasta el Artxueta y el escarpe de San Donato. En los últimos años, todo este inmediato  corredor se ha ido humanizando, con poblaciones jóvenes y prósperas, que están en la cima del bienestar navarros: Alzuza, Huarte-Pamplona, Gorraiz, Sarriguren, Badostain, Lezkairu, Mutilva…

Van y vienen itinerantes y sus mascotas por los varios caminos que unen los dos valles y Valles más tranquilos de la Cuenca de Pamplona, que parecen paisajes de una geografía antigua. Por nuestro sendero acaban de pasar dos bicicletas de monte. Desde la muchedumbre de casas lejanas se levanta como un clamor silencioso de vida. Y la tarde cansada nos anuncia una noche próxima, más misteriosa aún que la tarde.