Izquierda y derecha

Toda la presente legislatura y especialmente estos tiempos de precampaña electoral son una buena muestra de lo que quiero decir. Aparte el arte de la necesaria re-presentación pública, teatral, propagandista, excesiva casi siempre, hay algo más radical, creo, en esa necesidad compulsiva, en cada uno de los partidos, de referirse siempre, venga o no venga a cuento, al adversario principal, del que parece no pueden prescindir. De tal modo, que no hay programa ,declaración, comentario, mesa redonda, artículo periodístico, discurso o perorata, que no tenga como objetivo número uno el adversario, con frecuencia enemigo, político, en forma de alusión, apóstrofo, pregunta, respuesta, agresión, diatriba, insulto, mofa, y hasta injuria y calumnia. Y es que las llamadas izquierda y derecha, términos dieciochescos cada día menos significativos y certeros, significan en su origen partes complementarias del cuerpo humano, desde los ojos a los pies, sin las cuales no hay cuerpo ni vida humana completos y cabales. Ya Ortega habló con gracia de la hemiplejia política de quienes se contentan con ser izquierdistas o derechistas. Y no. Cada parte, por lo que se ve, requiere la otra, necesita la otra, de la que se ve privada por necesidades del guión político, e intenta volver al conjunto inicial. Son izquierdistas y derechistas privativos –muchas veces menos privados de su complemento, de lo que parece-, que sienten, ay, la nostalgia íntima del desgarro. O algo así.