Entre el pecado y el delito

 

            Lucetta Scaraffia, la historiadora católica italiana, escribía hace unos meses que la sentencia de la Corte de Estados Unidos de América ha devuelto el aborto, o, mejor dicho, el derecho al aborto, al centro de la reflexión. No existe el derecho al aborto, afirman los jueces norteamericanos, y no solo ellos. Entre otras razones, porque es una elección que involucra a otras personas, como el padre del niño por nacer, y, sobre todo, el mismo niño, a quienes no se les da  voz sobre el caso.

Pero la historiadora piensa que sería más fácil desarrollar esta crítica, si se argumentara que el aborto no es un delito, a menos que no lo declare como tal la ley civil. Pecado sí para todo miembro de la Iglesia, pero el aborto no es igual a un crimen. Por lo tanto, según Scaraffia, el aborto debe ser despenalizado, no procesado legalmente, y con acceso a la correspondiente asistencia médica. No hay suficiente consenso humano moral ni para calificarlo de derecho ni para calificarlo de crimen.

Y aqui viene una reflexión, que a muchos parecerá atrevida, de la historiadora: que, si la Iglesia dejara de apoyar a los países donde la ley penaliza a las mujeres que abortan, su  reflexión contra el aborto como derecho sería más  escuchada, y sería menos fácil considerarla enemiga de las mujeres.