Elogio de la secularización

En un fuerte y furo discurso en Freiburg, una de las regiones más católicas de Alemania, el papa Benedicto XVI ha proclamado que la iglesia debe de nuevo abrirse a las preocupaciones del mundo, sin acomodarse a él, sin volverse autosuficiente, sin dar más importancia a su propia institución y organización que a la llamada a la apertura al mundo. En un cierto sentido -ha continuado diciendo-, la historia ha salido en ayuda de la Iglesia, ya que las diferentes épocas de secularización han contribuido de manera esencial a su purificación y a su reforma interior. (…) Las secularizaciones, bien a través de expropiaciones de los bienes de la Iglesia, bien  por medio  de la cancelación de privilegios o cosas similares, significaron en cada ocasión una profunda liberación de la iglesia de lo mundano: se despojaba de su riqueza terrena y volvía a abrazar totalmente su pobreza terrenal. Aunque el historiador dirá su juicio sincero sobre cada caso concreto de estas secularizaciones y la manera de llevarlas a cabo, el teólogo de la historia, como es el papa actual, acierta a la hora de elogiar lo que esas secularizaciones en su conjunto han supuesto para la Iglesia de Dios, a pesar de muchas injusticias concretas: crueldad, odio, pauperización de unos, enriquecimiento injusto de otros…, que llevaron consigo esas operaciones históricas. ¡Histórica declaración pontificia!