El nuevo rumbo de Turquía

La tercera victoria de Erdogan, el lider del partido islamista moderado turco, Justicia y Desarrollo, por mayoría absoluta indica que algo muy serio está sucediendo en la antigua Gran Puerta. El pañuelo islámico sobre la cabeza de la mujer del triunfador, la noche de las elecciones, es todo un signo revelador. ¿La revolución laica de Kemal Atatürk está llegando a su fin? No del todo, pero parcialmente sí. Un país no cambia su identidad secular ni por una revolución ni por cien años de un régimen más o menos impuesto. El intento de Erdogan de cambiar la Constitución, que en los primeros ochenta fletaron los militares laicos, es una de las pruebas, si es que llega a buen puerto. ¿Un islamismo moderado, similar al de Indonesia, es compatible con la democracia? Está por ver. El constante aplastamiento de la minoría kurda, sin autonomía alguna; la interferencia continua en la administración de la justicia, o el número de periodistas en la cárcel no son los mejores avales. Turquía se enfrenta al rechazo de algunos Estados europeos a su entrada en la UE. No sólo por no ser un Estado del todo democrático, sino por no ser, simplemente, un país europeo. Algunos de esos países llevarán, en su caso, a referéndum la adhesión de Turquía. Si es así, de poco sirven los inegables avances de la gran nación turca en el terreno económico, político y social. Una inclinación futura hacia el islamismo, aunque sin llegar, vg., a la consagración de la Sharía, podría hace aumentar la aversión europea a la adhesión. Turquía es, eso sí, una potencia capital en el Oriente Próximo. Miembro de la NATO, su actual situación está llena de contradicciones. Es uno uno de los puntos calientes de la alta política euro-asiática.