El católico José Bono

A José Bono, dirigente socialista, durante muchos años presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha,  ex ministro de Defensa, actual presidente del Congreso de los Diputados, le entrevistaba hace unas semanas el director de VN. Bono pondera el acierto de la Iglesia española de no propiciar un partido católico o de inspiración cristiana (democristiano) durante la Transición. No quiere, ni él ni el grupo de cristianos socialistas  al que pertenece, constituir dentro de su partido una corriente organizada (de poder), sino un grupo testimonial y de animación mutua. Tienen todos ellos como referencia vital a Jesús de Nazaret. Pero habla por dos veces  de sentimientos religiosos, expresión que siempre me ha parecido muy inadecuada y peligrosa. Menciona tres referentes excelsos: Romero, Ellacuría y Castellanos: este tipo de referentes suele ser una señal de identidad de todo político católico oficialmente de izquierdas. Elogia la disciplina no cuartelaria del PSOE, con la que ha convivido sin grandes traumas. Confiesa no ser dogmático, ni siquiera en materia de fe, y no acepta mansamente las opiniones que no comparte. Como no explica bien lo que quiere decir, me quedo sin saber lo que realmente piensa en este punto, aunque ya sé que la palabra dogma tiene una pésima prensa entre los progresistas de toda laya, sin que aborrezcan de igual manera sus dogmas propios. Algo de ese pensamiento nos revela cuando a renglón seguido nos dice que el dogma de la Inmaculada Concepción le evoca respeto a la mujer y no lo que les evocaba (aquí le sale el ex ministro de Defensa) a los españoles (¿a la Infantería española de la que era Patrona?) del siglo XVI y XVII.  Hombre, para eso bastaba la existencia de la Madre de Jesús. Sigue hablando bien de la última ley del aborto, de las enmiendas a la misma, que, por lo visto, la hacen buena o al menos digna de ser votada a favor, como ya lo dijo públicamente a la hora de la apología oficial. No aboga por la libertad de conciencia en casos como éste y apoya implícitamente su postura con el ejemplo del PNV, al que califica de partido confesional católico, lo que que hace mucho tiempo no es cierto. Acierta cuando se acoge al núcleo evangélico sintetizado en el día del juicio, de Mateo.  Hace decir a Benedicto XVI sano laicismo, pero el papa escribió sana laicidad. Distingue entre obispos y obispos y entre una parte y otra de la Iglesia -con expresa mención del fundamentalismo-, pero no hace lo mismo con su partido y con la izquierda en general. Se gloría de haber sido muy amigo del arzobispo franquista de Toledo, Marcelo González, así como del progresista Enrique y Tarancón, de quien cuenta dos sabrosas anécdotas. A la hora de agradecer a  sus maestros espirituales, vuelve a citar a Ellacuría y Castellanos, así como al P. Ángel, junto a sus padres y las monjas de clausura, que le acogen solícitas. Se cuida de no hacer la mínima crítica (autocrítica) al laicismo militante de buena parte de su partido ni de la izquierda española en general. Está claro que los políticos católicos, oficialmente de izquierda, no tienen nada que perder cuando critican a la Iglesia, y tal vez todo que perder si critican a su partido. Anima irónicamente a los obispos españoles, entre los que tiene buenos amigos, a no vaciar más las iglesias y los seminarios.- Inteligente, astuto, bien intencioando sin duda, este José Bono. Lo peor de todo es que, con estos defectos encima, es una excepción. Pero bien aprovechada.