De Gorbatón al monte Alburuz, en Puente la Reina (y III)

 

         Tenemos en frente, en la misma cordiline de San Guillermo, al monte Alburuz ( 527 m.),  de dudosa etimología, a cuyas espaldas imaginamos el Fuerte Infanta isabel, pero no lo vemos. Pensamos que podemos alcanzarlo por el camino que se abre bajo la ermita de Nuestra Señora de Arnotegi, pero a mitad del  trayecto, nos damos de bruces con la vía cortada y tenemos que volver. Tomamos otro camino que se dirige hacia el sur, pasado el complejo deportivo, que sube al Portillo de las Nekeas. Poco más adelante, dejamos el ramal que va al antiguo Fuerte de San Gregorio, y, según el poste de direcciones, seguimos un kilómetro en dirección al Fuerte Infanta Isabel. Aquí nos despistamos un poco y preguntamos a una pareja que viene en bici desde Añorbe, que no sabe más que nosotros, pero un nuevo indicador de madera nos asegura que Alburuz está paralelo a San Guillermo, a donde se llega, ya sin coche, por un camino irregular, áspero y empinado, sobre un suelo de yeso y tierra, entre jarales, romerales, escambrones,  escobizos y aliagas en flor.

Estamos en las Nekeas, ese laberíntico corredor Este-Oesste de montes, montículos, lomas, cabezos, cabezuelos, bosquetes de encinas, monte bajo, vallecicos, barrancos, sernas, olivares y viñedos, que se reparten entre Mendigorría, Artajona, Puente la Reina, Enériz, Obanos y Añorbe. Los montes circundantes son anticlinales y cabalgantes y el valle general está formado por un gran sinclinal. Lo atraviesa el barranco Nekeas, rodeado a ratos de juncos, carrizos y aneas, que tiene como uno de sus afluentes el rio Salado, que formaba las antiguas salinas, todavía bien visibles. El suelo, entre rojizo y blancuzco, está compuesto de areniscas, margas y yesos. Lo cruza también la tradicional cañada Aezkoa-Milagro, y ya son ruinas casi todas las casetas o corrales de otros tiempos. Acostumbrados a las tierras fértiles de Añorbe, de viñedos y olivares, que visitamos cada año en tiempo de rebusca, se nos hace extraño este terreno adusto que tenemos delante, solo moteado de verde en algunas de sus hondonadas. A un lado se alza la torre vigía de Mendigorria, entre pinos, y con sus cuatro cabezos piramidales orientales -cuatro sombreritos terrero- y, en el otro extremo, la ermita de San Martín de Añorbe, donde también hubo un castro en el primer milenio antes de Cristo.

El Fuerte liberal Infanta Isabel del siglo XIX desmanteló  el viejo castro del Hierro Antiguo. Uno de los mejores de Navarra, con planta  poligonal en forma de estrella, está circundado en sus cuatro costados por un profundo foso, con muchos trozos de piedras y de yesos en el fondo. Son bien visibles los aljibes y las troneras o bocas de los cañones, y uno imagina en la cumbre las distintas dependencias: cuerpo de guardia, cocina… Como en tantos otros sitios, muchas de sus piedras sirvieron para las llamadas entonces Casas baratas construidas en las proximidades. Los muchos pinos quemados, algunos tendidos en el suelo, dan un aspecto trágico al conjunto, que bien merecería limpiar, conservando lo conservable.

No parece que el poblado protohistórico llegara al final de la Edad del Hierro. Por aquí se hizo Armendáriz con algunas cerámicas manufacturadas.

Alguien más audaz que nosotros vuela en parapente sobre las Nekeas de Mendigorría

Volvemos por el mismo Portiilo. A estas horas penúltimas del sábado, Puente la Reina -¡aquel París de mi infancia!- conserva elegante el carácter de capital indiscutible de la Comarca.