Clausura de embajada

Para quienes conozcan la sede de la embajada de la República de Irlanda ante el Vaticano en la lujosa Villa Spada, del siglo XVII, en la colina romana del Gianicolo, que hospedó a Garibaldi y fue propiedad de los Agnelli, la noticia, desconocida entre nosotros, de su paso a embajada de Irlanda ante Italia habrá sido una gran sorpresa. Pero no es un cambio de cromos diplomáticos. El Gobierno de la católica Irlanda, presidido por el demócrata cristiano Enda Kenny decidió, hace dos meses, y sin romper las relaciones diplomáticas, cerrar la embajada, aduciendo la necesidad de hacer algunos cortes en numerosos servicios públicos. Por ejemplo, y para mayor inri, suprimiendo las embajadas ante Irán, el Vaticano y Timor oriental. A ese grado de deterioro, impensable hasta hoy, han llegado las relaciones entre el Vaticano y uno de los países más católicos del mundo a causa de los abusos pederastas del clero regular y secular, masculino y femenino, especialmente en la diócesis de Cloyne, de la que era obispo John Magee, secretario un tiempo de los papas Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, forzado a dimitir el año 2009. El Vaticano rechazó algunas conclusiones-acusacioness del famoso Informe Cloyne, preparado por el Gobierno del Eire, como el de haber interferido en la ley civil irlandesa o haber impedido a las autoridades civiles el ejercicio de sus funciones. La drástica e inédita medida, al menos en estos tiempos, es tal vez hasta ahora el signo más clamoroso del error que ha sido, y no sólo crimen público, múltiple y escandaloso, la pederastia en algunos de los países con mayor influencia eclesiástica. Pasarán muchos años antes de que el daño inmenso y extendido por toda la sociedad pueda remitir. La repetida condena, y con las más duras palabras, del papa Benedicto XVI de tales crímenes no puede ponerse en duda, pero los errores, negligencias, minusvaloraciones, dudas, cobardías, cuando no complacencias o connivencias, de no pocos eclesiásticos en numerosos casos tampoco parecen inexistentes, dado el rigor con que políticos cercanos a la Iglesia, en Austria, Alemania, Bélgica, Estados Unidos de América…y en la misma Irlanda se han visto obligados a reaccionar.