Audiencia Pontificia

 Voy a la audiencia de los miércoles, que hasta hoy ha  tenido lugar en la soleada plaza de San Pedro. Hoy, que hace frío, nos convocan a la nueva e inmensa sala Pablo VI, en forma de tienda, que se llena por completo. Llegan muchos obispos, procedentes de no sé qué asamblea romana y se sientan a lo largo de una tribuna alta. Hay en la sala un ambiente de bullicio y expectación. Muchos grupos con tipos y atuendos distintos. Mucha gente se pone en pie sobre los bancos para mirar y sacar fotos. Ay, las fotos. De la puerta lateral sale por fin el papa, blanco y pequeño, muy aplaudido. Nos habla  en su homilía breve, leída en suave italiano, sobre la catedral medieval, románica y gótica, sobre su sentido y sus posibilidades evangelizadoras. Me parece un pieza preciosa. Luego, en seis lenguas, del inglés al polaco, hay una breve traducción de la homilía y la enumeración de los grupos de cada nación allí presentes. Es muy divertido oír los gritos jaleadores, los aplausos, los cantos regionales o litúrgicos, y hasta a veces la música de algunos instrumentos musicales, con que cada uno de ellos responde al oír su nombre. Menos mal que no todos. De España esta vez hay sólo tres y muy sosos los tres; de Colombia, en cambio, una multitudinaria y ruidosa peregrinación que  ha venido a hacerse oír en contra de los secuestros. De Estados Unidos de América, de Alemania y de Italia es muy numerosa la representación; los americanos son casi todos estudiantes bullangueros. Al final, precedidos por el papa, cantamos el Pater Noster en latín. Una ingeniera agrónoma argentina que se sienta cercana, muy devota al parecer, me compara a Benedicto XVI con Juan Pablo II, que ella conoció en su país. – A mí me ha gustado el encuentro, dentro de lo que puede dar de sí. En la plaza tiene un sentido estético y popular mucho mas intenso, pero aqui tal vez escuchamos y nos recojemos mejor. La  gente sale alegre y el sol otoñal y la Roma eterna se encargan de lo demás.