Acogida familiar

Leo en un reciente reportaje de VN que en la residencia de los padres jesuitas de Durango, ahora una decena, sobraba espacio. Los jesuitas, que están desde hace años en las avanzadillas de la Iglesia conciliar, no la convirtieron en un albergue ni en un asilo, ni siquiera en una residencia juvenil, sino que desde 2007 abrieron la comunidad, la familia comunitaria, a seis jóvenes inmigrantes africanos, católicos o no, de Senegal, Nigeria, Mali, el Rif, Costa de Marfil o Ghana. Son ya 32 los que han pasado por allí. Se les ofrece techo, comida y afecto; comparten cada día con los religiosos residentes conversación, entretenimientos  e igualmente servicios caseros en los que todos echan una mano. Se les empadrona desde un principio y se les  acompaña para que obtengan la tarjeta sanitaria. Firman al llegar un acuerdo de convivencia. Sólo se les pide a todos formarse para independizarse. Para su mejor formación se lleva a cabo un trabajo en la Red con las instituciones privadas y públicaas locales; reciben clases de lengua, historia, matemáticas, etc; asisten al centro local de educación para adultos por las tardes, y por las mañanas a los talleres que ofrecen distintas asociaoiones del lugar o de los alrededores. Hasta ahora vivían en la comunidad entre diez meses y un año, solían recibir la ayuda de inserción, y al año de estar empadronados, solían recibir la renta básica, tras lo cual dejaban la comunidad para hacer sitio a otros nuevos inmigrantes que la necesitasen. A los que se iban se les ayudaba a encontrar una vivienda digna, que debían compartir con algún compañero, y se les ayudaba de otras maneras también.- Hoy todo esto ya no es tan fácil. Pero la experiencia sigue siendo ejemplar.