Domingo de Resurrección:
la fiesta de Liberación.
Domingo de Resurrección:
la fiesta de Liberación.
Tras la muerte
del Maestro,
Sábado Santo
es Silencio.
El silencio es el lenguaje
del misterio
y se espesa en turbaciones
de culpa, dolor y miedo.
Las promesas no se ven
ni tienen voz los deseos.
El silencio de la muerte
es inapelable y terco.
Los teólogos lo llaman
el “descenso a los infiernos”,
mientras el pueblo organiza
la procesión… del Silencio.
Ya vengo, Jesús llagado,
a contemplar fervoroso
los pasos que, doloroso,
diste con la cruz cargado….
Era la primera estrofa
de un popular viacrucis
que rezábamos, de pie y de rodillas,
los chicos de mi pueblo,
recorriendo la inmensa iglesia parroquial.
Recuerdo todavía como algo muy vivo
aquel sincero dolor de niño pobre,
aquella ingenua y pura compasión
hacia un ser sublime,
injustamente ajusticiado.
Vinieron después las lenguas clásicas,
las filosofías y las teologías,
la inmensa historia de la pintura
del drama sacro,
Palestrina y Vitoria,
Haydn y Bach, Messiaen o Remacha.
Encontré en El Cristo de Velázquez, de Unamuno,
el canto más apasionado
al Cristo de la cruz,
que me anega en lágrimas,
y en el biblista americano Raymond E. Brown
la más completa exégesis
de los cuatro relatos evangélicos.
Pero nunca he llegado a la cándida hondura
de aquel sincero dolor de niño pobre,
de aquella ingenua y pura compasión
hacia un ser sublime
injustamente ajusticiado.
Es pan.
Y sabe y huele
a pan.
Y el vino sabe y huele
a vino, sin más.
Asi lo quiso Jesús
en la última cena pascual.
Dejémonos de substancias
y de toda una química ancestral.
Esto es mi cuerpo
y esto era pan.
Este es el cáliz de mi sangre
y era el vino del lugar.
Eran el pan y el vino de los pobres,
alimento elemental,
que nutría, confortaba
y unía al personal.
Signo a la vez y alimento
espiritual.
Y ahora la acción de gracias
principal
por su vida y por su muerte,
por su victoria total,
y por querer
seguir entre nosotros
en el vino y el pan,
partidos y repartidos,
como él se partía y repartía
en su vida mortal,
para alegrar
la vida
de la comunidad.
Jesús era más bueno
que el pan.
Generoso
como el vino de lagar.
Pan y vino, sus palabras
de vida y de verdad;
pan y vino, sus obras admirables
hasta el final.
Y quien esto no entienda
no entiende
la telogía fundamental.
Domingo de ramos.
Pasa Jesús.
-¡Vamos!