Archivo por meses: noviembre 2011
La exención del IBI
Los vascos y ETA
Persona y Estado
Buenos tipos, los masones
Sin Grecia no hay Europa
Gastad…, pagad…, cobrad…, bastardos,
que sin Grecia no hay Europa que valga.
Con o sin euros,
pura palabra griega,
no hay Europa que valga,
porque el mito y la palabra
en Grecia se forjó.
Podremos ser tal vez
otra cosa distinta,
otra cosa mejor o peor, mas
sin los mitos de Hesíodo, sus diosas y sus dioses,
sin los versos de Homero,
sin las odas de Píndaro,
los siete sabios de Grecia y Pericles,
la historia de Tucídides,
sin los dramas de Esquilo, Sófocles y Eurípides,
sin el divino Sócrates,
sin los diálogos platónicos,
los libros aristotélicos,
los discursos de Demóstenes,
sin el griego de los cuatro Evangelios,
los padres apostólicos,
los ocho concilios ecuménicos…
no hay Europa que valga.
Acaso, como Píndaro escribió:
“Siempre que un dios envía un gozo al hombre,
primero le derriba el corazón en negra angustia”.
Gastad…, pagad…, cobrad, bastardos,
que sin Grecia no hay Europa que valga.
El universo en expansión
Tarde de difuntos
Cambio, esta tarde, la dulce y confortante
liturgia ancestral cristiana
por la reflexión serena
y el recuerdo minucioso de la vida y de la muerte
de tantos familiares, amigos, conocidos,
y admirados personajes,
que se fueron este año de este mundo,
algunos sin decirnos adiós,
y otros tras un largo padecer
que les fue liberando de la vida.
Amigos y parientes, colegas y vecinos,
admirados difuntos,
que fungisteis la vida por completo,
sin retorno posible,
sin una segunda oportunidad,
¿tan fácil es no estar, este día de noviembre, entre nosotros?
¿Tan fácil es morir, quedarse todo muerto e imposible,
y no decir ya más siquiera una palabra de consuelo?
¿Por qué, pues, nos parece la muerte cotidiana
un suceso tan atroz,
el más atroz de los sucesos habituales,
un castigo quizás de una culpa colectiva,
como los sabios mitos nos trasmiten?
¿Tan fácil es, en todo caso, empadronarse en Dios,
en el cielo de Dios,
sin tiempo y sin espacio,
y no soltar ya prenda hasta el día del Juicio universal?
Me pongo a recordaros, uno a uno,
en póstumo homenaje,
en esta tarde ventosa y turbulenta,
que arrasa implacable las elegantes hojas de los tilos
y me llena el espíritu de todas las nostalgias,
de todos
los merecidos arrepentimientos:
por qué no os conocí mejor;
por qué no os fui más fiel, más cercano y constante;
por qué no estuve más cerca de vosotros
en las horas de gozo y de dolor,
de júbilo, de pena o desconsuelo.
Qué fácil y cómoda es, en cambio,
la costumbre de los vivos
acerca de la muerte,
fijada en fórmulas
-nunca mejor dicho- lapidarias,
en protocolos rígidos,
dictados por el miedo o la prudencia.
Allí donde estén… dicen algunos.
¿Dónde pueden estar, si Dios no está con ellos,
si Dios no los transforma y resucita?
Algunos se consuelan como pueden,
jurando no olvidaros de por vida,
sabiendo como saben por su propia experiencia
que olvidadizos somos sin remedio.
¡Pobres
de aquéllos que dependan
del recuerdo o el olvido de los hombres mortales!
Un muro imposible de intervida nos separa.
Y si la fe es tan fuerte que mueva las montañas
de la duda
y rompa
la ultrasideral diferencia entre los seres,
se rebela la mente, habituada al espacio y al tiempo,
a imaginar la vida de ultra mundo,
y prefiere la oración balbuceante
o el silencio obsequioso,
último refugio de toda incertudumbre
y signo habitual de discreción.
Pero el hombre es hombre para siempre
y Dios no puede pervertir
la obra de sus manos. El hombre, redivivo,
de veras purificado,
el hombre nuevo, de cuerpo espiritual
que Pablo de Tarso intuyó,
vive humanamente en el seno del Padre,
por la gracia y los méritos del Hijo del Hombre,
y hombre para siempre: nuestro hermano,
nuestra fuerza, nuestra vida, nuestra gloria.
Y nada justo y digno de este mundo
ajeno nos será en el reino celeste.
Sólo queda pasar por el oscuro,
el siempre tenebroso,
pasillo de la muerte inevitable,
momento terminal de nuestra vida,
obligado peaje de los seres finitos.
Digámoslo, mejor, con la imagen de noviembre:
como el viento se lleva las hojas en otoño,
nos llevará la muerte ventolera.
Para nacer de nuevo a una vida sin fin.
¿La España única?
Todos los santos
Todos los santos.
Todos los muertos.
Gozos y llantos.
Todos son nuestros.