Archivo por meses: noviembre 2011

Ni Moscú ni el Vaticano

Por muchos defectos que encontremos en las actuales campañas electorales; por mucho que abominemos el sectarismo, el fanatismo y demás torpezas de ciertos personajes políticos, nadie llega ya al extremo de atribuir el triunfo electoral del enemigo (más que adversasrio) a Moscú, en un caso, y al Vaticano, en otro. Ese era el caso durante la Segunda República. Mario de Coca, un socialista besteirista (seguidor de Julián Besteiro) acérrimo, en su medirocre  libro Anticaballero, escrito para acusar al revoluciconario dirigente socialista Francisco Largo Caballero de oportunismo izquierdista y de izquierdismo no-marxista, escribía, dos años más tarde, sobre las elecciones de noviembre-diciembre de 1933, que dieron el triunfo a la coalición gubernamental radical-gilroblista: El 19 de noviembre, votaron  en bandas de millares frailes, monjas, curas, sacerdotes, tullidos, asilados, ancianidades venerables enterradas en vida en edificios religiosos. La República era ya del Vaticano. Los socialistas lograron sacar sesenta diputados, y las Cortes, el Gobierno y la vida política pasaron a depender del Papa romano ( p. 124). Un comentario político, como se ve, digno del acerado y ortodoxo marxista por el que se tenía el autor.

La exención del IBI

Al escuchar, hace días, la propuesta sectaria de un importante candidato  para las próximas elecciones, alguien podría pensar que sólo la Iglesia católica tiene el privilegio de la exención del IBI (impuesto sobre bienes inmuebles). Nada de eso. Están exentos, por ley, del IBI: los servicios públicos (defensa, seguridad, educación, sanidad…); las entidades sin fines lucrativos (partidos y sindicatos entre otras muchas); los bienes pertenecientes a gobiernos extranjeros; los del patrimonio artístico-histórico nacional; los de la Cruz Roja; los destinados a usos religiosos, y no sólo los de la Iglesia católica, sino también los dell Islam, el Judaísmo o la Federación de confesiones evangelicas; los colegios concertados… Recibo un power point de un amigo, hecho por un sacerdote de una parroquia de un barrio de Madrid, que se extraña de que ningún político se acuerde de pedir la exención del IBI a  partidos, sindicatos, mezquitas, embajadas, sinagogas, palacios, estaciones de RENFE, colegios…, y sí sólo a la Iglesia católica. Y se pregunta qué están haciendo esas y otras instituciones por los pobres, y qué están haciendo los ayuntamientos, que cada dia envían a Caritas a personas que andan justas de presupuesto: En esta parroquia de un servidor llevamos atendidas más de 250 personas sin trabajo, de las qe ya han conseguido empleo más de ochenta. Ayudamos con alimentos a treinta familias a las que se les llena el carro de la compra dos veces al mes.Y no es nada. Compañeros tengo que atienden a ciento cincuenta familias. Pues ya ven la solución: que el IBI lo pague la Iglesia para ayudar a salir de la crisis. Justo a la institución que más está hciendo por sacar adelante a esa gente, justo a ésa…, que le suban los impuestos. 

Los vascos y ETA

El presidente autonómico Ibarretxe nos hartó diciéndonos que la sociedad vasca derrotaría a ETA. Ahora el presidente del  PNV, con mucho menos entusiasmo, sostiene que la sociedad vasca ha derrrotado a ETA. Hoy el presidente del Gobierno de la Nación, en su único viaje a Euskadi dentro del mezquino marco de un acto electoral partidista, ha repetido con un acento electoralista inconfundible que los vascos han sido quienes han acabado con ETA. ¡Estaríamos  buenos a estas horas, si hubiéramos esperado en el resto de Epaña a que la sociedad vasca (o los vascos) derrotara a ETA!.- PD. Enhorabuena a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Mariano Rajoy, dos maduros y esforzados políticos españoles, por su debate de esta noche.

Persona y Estado

La relación, dialéctica o no, entre persona y Estado es uno de los quicios de toda política, desde los prrmeros diálogos de Platón. En el Estado liberal moderno, la cuestión sigue viva. Durante la segunda República, fue Azaña, presidente del Gobierno, primero, y presidente de la República después, quien dio muestras de apasionado estatismo frente a la persona. Por ejemplo, en el discurso de Valladolid, el 14 de noviembre de 1932, podía decir: La relación entre el hombre y la República se establece a través del Estado, y servir al Estado, someterse al Estado, negar la persona propia delante del Estado es la expresión concreta del espíritu republicano. Meses después, salido ya del Gobierno, y cuatro días después del primer turno de las elecciones legislativas, decía en las Cortes en torno a la clásica doctrina de la divisón de poderes: Lo que yo digo es que no hay poder del Estado que pueda ser independiente, ni, más que independiente, hostil al espíritu público dominante en el país. No ha habido jamás, ni puede haber jamás, ningún Estado que consienta que una de sus instituciones fundamentales, por las razones que sean, no esté enteramente penetrada del mismo espíritu que  penetre a todo el Estado. Esto es una cosa evidente, y, si no, sería el suicidio de las instituciones, de éstas o de las otras (El señor Alba: Eso lo dijo ya Primo de Rivera). Muy bien, pues alguna vez tenía que acertar el señor Primo de Rivera. Estas palabras pueden explicar por qué, tras el triunfo derechista de aquellas elecciones legislativas de noviembre-diciembre, Azaña y otros ex ministros republicanos, pidieran al presidente de la República –golpe de Estado, lo llama éste en sus Memorias– el nombramiento de otro Gobierno republicano izquierdista que convocase unas nuevas elecciones, que pudieran anular las anteriores.

Buenos tipos, los masones

Los masones son creyentes y de centro, titulan varios periódicos españoles el resumen de una encuesta llevada a cabo por el Barómetro Mesónico, y a la que responden 152 miembros de la Obediencia Gran Logia de España, la única rergular en nuestro país, de los 3.000 que dice contar entre nosotros, número que me parece poco realista. El 97% de los encuestados realmente se declaran creyentes (35′ 4% creyentes sin más, 32´4% cristianos, y algunos pocos budistas y judíos). Un 23´8% se declaran liberales, un 16´3% socialemócratas, y un 15´6% cconservadores. Como se ve, mucha gente tiene una visión deformada de la masonería, al menos de la regular, que tiene como fundamental esencial la fe en el Gran Arquitecto del Universo y como fin la fraternidad y la convivencia entre los hombres. Hace muchos años que muchos que hemos escrito sobre la masonería hemos distinguido entre Obediencias regulares e irregulares, y en cada una de ellas el comportamiento, a veces muy distinto, entre unas logis y otras. Como ocurre en cualquier organización, sobre todo mundial. Cuando publiqué, en el ya lejando 1976, La Masonería en Navarra (transcrito íntegro en mi biblioteca digital: www.vmarbeloa.es), y traté de presentar a los masones navarros con la mayor objetividad posible, algunos pensaron, y hasta escribieron, que yo era también masón. Pero no por escribir sobre la masonería o sobre la Compañía de Jesús, uno es obligadamente masón o jesuita. Durante estos últimos cincuenta años, y gracias sobre todo a la labor ingente llevada a cabo por el jesuita aragonés Ferrer Benimelli, a su numerosa escuela, asociación, publicaciones, congresos… la masonería española, con sus luces y sombras, es una de las mejor estudiadas del mundo. Que ahora aparezcan estos datos, que para muchos son pan comido desde hace mucho tiempo, como noticia sorprendente, es triste por lo tardía, pero alegre, porque al fin ha acabado ganando la fuerza de la realidad. Enhorabuena.

Sin Grecia no hay Europa

Gastad…, pagad…, cobrad…, bastardos,
que sin Grecia no hay Europa que valga.

Con o sin euros,
pura palabra  griega,
no hay Europa que valga,
porque el mito y la palabra
                           en Grecia se forjó.

Podremos ser tal vez
otra cosa distinta,
otra cosa mejor o peor, mas
sin los mitos de Hesíodo, sus diosas y sus dioses,
sin los versos de Homero,
sin las odas de Píndaro,
los siete sabios de Grecia y Pericles,
la historia de Tucídides,
sin los dramas de Esquilo, Sófocles y Eurípides,
sin el divino Sócrates,
sin los diálogos platónicos,
los libros aristotélicos,
los discursos de Demóstenes,
sin el griego de los cuatro Evangelios,
los padres apostólicos,
los ocho concilios ecuménicos…

no hay Europa que valga.

Acaso, como Píndaro escribió:
“Siempre que un dios envía un gozo al hombre,
primero le derriba el corazón en negra angustia”.

Gastad…, pagad…, cobrad, bastardos,
que sin Grecia no hay Europa que valga.

El universo en expansión

Acabo de ver en la TVE-2 un espectacular programa norteamericano sobre el papel de los mayores telescopios del mundo y el telescopio espacial Hubble en memoria del astrófísico (Edwin Hubble) que ya en 1929 descubrió el fenómeno del universo en expansión, aunque el canónigo,  matemático y astrofísico  de Lovaina, Georges HJE Lemaitre, se le había adelantado. Me fascinan los libros, los reportajes, los programas acerca del universo, a una con la contemplación del cielo estrellado. El  programa nos ha dejado ver, como yo nunca había visto, una serie de fotografías tomadas por el Hubble, en estos últimos años, de miles de galaxias, aun de las más remotas -hasta 12.000 millones de años luz-, con unos colores vivísimos y una diversidad de figuras (“geométricas”, “metálicas”, “vegetales”, “abstractas”..), que me han dejado no sólo pasmado, sino arrebatado. Ver desde nuestra sala de estar, tan  de cerca, las mayores conquistas humanas en el espacio, que cada día se expande a mayor velocidad, a través de un telescopio  colocado a  600 kiilómetros de la Tierra, es algo prodigioso y hasta ahora inconcebible. Hoy los mejores astrónomos están acordes en afirmar que el universo no es eterno –dogma desde los griegos hasta bien poco de todos los que negaron siempre la creación divina y sostuvieron la eternidad del mundo-, y que tiene 13.700 millones años de existencia. El programa, que contaba con los testimonios de los mejores astrofísicos norteamericanos, como los primeros descubridores de la  radiación cósmica (microondas) dejadas por el Big-Bang, Arno Penzias y Robert Wilson (premios Nobel de física 1978), ha tratado después sobre las estrellas supernovas y la materia negra (invisible) junto a  la más ignorada aún energía negra, que llenan, ambas, el 95% del universo, por lo que sólo conoceríamos el 5% del mismo. Todavía estoy viendo las visiones que acabo de ver.Qué bien perdernos de vez en cuando por el universo, que es tan nuestro como la tierra que pisamos, para alabar al Creador, engrandecer nuestro espíritu, alargar nuestros sueños, relativizar (en sus justas proporciones) todo lo terreno y huir como de la peste de cualquier mezquindad…

Tarde de difuntos

Cambio, esta tarde, la dulce y confortante
liturgia ancestral cristiana
por la reflexión serena
y el recuerdo minucioso de la vida y de la muerte
de tantos familiares, amigos, conocidos,
y admirados personajes,
que se fueron este año de este mundo,
algunos sin decirnos adiós,
y otros tras un largo padecer
que les fue liberando de la vida.

Amigos y parientes, colegas y vecinos,
admirados difuntos,
que fungisteis la vida por completo,
sin retorno posible,
sin una segunda oportunidad,
¿tan fácil es no estar, este día de noviembre, entre nosotros?
¿Tan fácil es morir, quedarse todo muerto e imposible,
y no decir ya más siquiera una palabra de consuelo?
¿Por qué, pues, nos parece la muerte cotidiana
un suceso tan atroz,
el más atroz de los sucesos habituales,
un castigo quizás de una culpa colectiva,
como los sabios mitos nos trasmiten?
¿Tan fácil es, en todo caso, empadronarse en Dios,
en el cielo de Dios,
sin tiempo y sin espacio,
y no soltar ya prenda hasta el día del Juicio universal?

Me pongo a recordaros, uno a uno,
en póstumo homenaje,
en esta tarde ventosa y turbulenta,
que arrasa implacable las elegantes hojas de los tilos
y me llena el espíritu de todas las nostalgias,
de todos
los merecidos arrepentimientos:
por qué no os conocí mejor;

por qué no os fui más fiel, más cercano y constante;
por qué no estuve más cerca de vosotros
en las horas de  gozo y de dolor,
de júbilo, de pena o desconsuelo.

Qué fácil y cómoda es, en cambio,
la costumbre de los vivos
acerca de la muerte,
fijada en fórmulas
-nunca mejor dicho- lapidarias,
en protocolos rígidos,
dictados por el miedo o la prudencia.
Allí donde estén… dicen algunos.
¿Dónde pueden estar, si Dios no está con ellos,
si Dios no los transforma y resucita?
Algunos se consuelan como pueden,
jurando no olvidaros de por vida,
sabiendo como saben por su propia experiencia
que olvidadizos somos sin remedio.
                                                   ¡Pobres
de aquéllos que dependan
del recuerdo o el olvido de los hombres mortales!

Un muro imposible de intervida nos separa.
Y si la fe es tan fuerte que mueva las montañas
de la duda
y rompa
la ultrasideral
diferencia entre los seres,
se rebela la mente, habituada al espacio y al tiempo,
a imaginar la vida de ultra mundo,
y prefiere la oración balbuceante
o el silencio obsequioso,
último refugio de toda incertudumbre
y signo habitual de discreción.

Pero el hombre es hombre para siempre
y Dios no puede pervertir
la obra de sus manos. El hombre, redivivo,
de veras purificado,
el hombre nuevo, de cuerpo espiritual
que Pablo de Tarso intuyó,
vive humanamente en el seno del Padre,
por la gracia y los méritos del Hijo del Hombre,
y hombre para siempre: nuestro hermano,
nuestra fuerza, nuestra vida, nuestra gloria.
Y nada  justo y digno de este mundo
ajeno nos será en el reino celeste.

Sólo queda pasar por el oscuro,
el siempre tenebroso,
pasillo de la muerte inevitable,
momento terminal de nuestra vida,
obligado peaje de los seres finitos.
Digámoslo, mejor, con la imagen de noviembre:
como el viento se lleva las hojas en otoño,
nos llevará la muerte  ventolera.
Para nacer de nuevo a una vida sin fin.

¿La España única?

El maestro don Marcelino Menéndez Pelayo, a quien todos debemos tanto en el ámbito de la historia y de literatura, amigo un día y admirador de Galdós o de Clarín, como antes de Valera, sabía bien, sobre todo en sus últimos años, que España no era única, sino muy diversa en todas sus manifestaciones. No es tampoco el mismo autor, que firmaba en Bruselas, noviembre de 1877, el “Discurso preliminar” a la Historia de los heterodoxos españoles, que el que firmaba en Santander, julio de 1910, dos años antes de su muerte, las “Advetencias preliminares” a la entonces última edición de su gran obra primera. Y su obra total, grandiosa, única, magistral, con todos los defectos que se quiera, fue elogiada por autores posteriores, liberales como Menéndez Pidal, Marañón o Unamuno, y hasta socialistas marxistas, como Luis Araquistain, embajador republicano en Berlín, que le llamó el Fichte español, pasmado de que el maestro montañés hubiera conocido, entendido y juzgado como ningún otro español, la reciente filosofía alemana. El primer Ménéndez Pelayo, veinteañero, era el que escribía, en junio de 1882, aquel párrafo, que muchos aprendíamos de memoria en nuestros años de humanidades: España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas. Lo que hay de cierto y justo en estas afirmacciones se junta con lo que la historia no ha verificado hasta hoy. Tenemos, por fortuna, también otras grandezas, y no sólo la unidad religiosa nos ha conservado unidos, como han dejado patente intelectuales católicos de la talla de Julián Marías o Pedro Laín, aunque nuestra unidad, como vemos cada día, sea tan frágil, y los arévacos y vectores asomen con otros nombres mas actuales, y algunas de nuestras comunidades autónomas parezcan rivalizar a veces con los viejos reinos de taifas. Por eso  no está nada de mal que recordemos otras palabras de don Marcelino -nuestro mejor prosista del XIX según Unamuno-, al menos en lo que toca a esa parte real y verdadera de su versión histórica, que hoy la moda, la frivolidad y la ignorancia dan casi por inexistentes:  Presenciamos el lento suicidio de un pueblo que, engañado mil veces por gárrulos sofistas, emplea en destrozarse las pocas fuerzas que le restan, hace espantosa liquidación de su pasado, escarnece a cada momento las sombras de sus progenitores, huye de todo contacto con su pensamiento, reniega de cuando en la Historia hizo de grande, arroja a los cuatro vientos su riqueza artística y contempla con ojos estúpidos la destrucción de la única España que el mundo conoce, la única cuyo recuerdo tiene virtud bastante para retardar nuestra agonía. Un pueblo viejo no puede renunciar a su cultura sin extingui la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia muy próxima a la imbecilidad senil.