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Resultados a la española

¿Cuántos españoles, al informarse de los resultados electorales, habrán pensado en las inmediatas consecuencias sobre la política europea y no sólo sobre la la política interna española? Pregunta similar extensible a los ciudadanos de los 27 Estados miembros y aplicada a cada uno de ellos.

La “civitas gentium” de Kant

Tenía 71 años Emmanuel Kant (1724-1804), tal vez el más grande filósofo de la modernidad, cuando publicó su tratado Zum ewigen Friede (Sobre la paz eterna), que seguía la estela del abbé francés, a quien conocía bien. A los ojos de la razón –escribía– no hay para los Estados que mantienen relaciones recíprocas otro medio de salir de la ausencia de la legalidad, fuente de guerras declaradas, que renunciar como los individuos a su libertad salvaje (anárquica) para acomodarse a la coacción pública de las leyes y formar así un Estado de naciones (civitas gentium) que, creciendo sin cesar libremente, se extendería por fin a todos los pueblos de la tierra.

El Estado compuesto de Montesquieu

Carlos Luis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755), pasa por ser el mayor teórico del gobierno liberal y por el testimonio más seguro de la Europa de su tiempo, que  él había recorrido en todas las direcciones. Ponderó en sus obras la interdependencia de las naciones y calificó a Europa como un Estado compuesto de varias provincias. En su libro Pensées diverses hay un párrafo, que nos  evoca otro de nuestro Francisco de Vitoria, y dice mucho de su humanidad y de su humanismo: Si yo supiera algo que me fuera útil y fuese perjudicial a mi familia, lo expulsaría de mi espíritu. Si supiera alguna cosa que fuera útil a mi familia pero no a mi patria, trataría de olvidarla. Si supiera alguna cosa útil a mi patria y que fuera perjudicial para Europa y el género humano, la consideraría como un crimen.

Leibniz, un europeo universal

Tengo para mí que  Gottfried Wilhem von Leibniz (1646-1716) ha sido, en el ámbito intelectual, el hombre más completo que ha existido en el mundo hasta el momento. Un hombre genial y, además, activo como pocos. Fue matemático (inventor del cálculo infinitesimal), físico, alquimista, naturalista, psicólogo, lógico, metafísico, historiador, filósofo, jurista, diplomático, teólogo, ecumenista, consejero de prícnipes, viajero y corresponsal universal. Luterano fervoroso, fue admirador sincero del catolicismo. Europeo convencido, escribió numerosas páginas sobre Europa, los proyectos anteriores (como el del abbé Saint-Pierre) y otros de su tiempo. Fue con todo su inmenso talento ciudadano del mundo: No soy de ésos que están fanatizados por su país o aun por una nación particular, sino que estoy al servicio del género humano entero; porque considero el Cielo como la Patria y todos los hombres de buena voluntad como los conciudadanos en el Cielo, y me gusta  más  hacer mucho bien entre los rusos que poco entre los alemanes y los demás europeos. (…) Porque mi inclinación y mi gusto van hacia el Bien General

La “paz perpetua” del abate Saint Pierre

Más famoso que ningún otro, a comienzos del siglo XVIII, fue el Proyecto para lograr la paz perpetua en Europa (Utrecht, 1713) del abbé Saint-Pierre, que ño pasó de las órdenes menores, cortesano, académico expulsado de la Academia por criticar la memoria de Luis XIV, fundador de un club… El abate propone una Unión permanente y perpetua entre los Soberanos europeos, que harán acuerdos de paz con los soberanos mahometanos para mantener cada uno en paz los límites de su territorio. Los soberanos estarán representados por sus diputados en un Congreso o Senado perpetuo en una ciiudad libre. Ningún soberano tomará las armas ni hará gesto alguno de hostilidad más que contra aquél que haya sido declarado enemigo de la Sociedad Europea… El abate piensa que puede ocurrir muy bien que el arbitraje europeo no se forme más que poco a poco, por grados insensibles y en doscientos años. La cosa era comenzar la liga en  un Congreso, en La Haya o en otra parte.- Y así fue. Doscientos años más tarde, se inauguraba en Ginebra la primera Sociedad de Naciones. Pero fue preciso esperar hasta 1948 para que se reuniera un Congreso en La Haya a fin de comenzar la futura Unión Europea.

La “patria europea” de Comenius

Si nuestro Juan Luis Vives, príncipe de los humanistas españoles, filósofo y teólogo, nacido en Valencia y muerto en Brujas, amigo fraterno de Erasmo, escribió el De Europae Dissidiis et Bello Turcico Dialogus (Diálogo sobre las querellas de Europa y sobre la guerra turca), para concluir que las discordias entre los príncipes europeos envalentonaron a los turcos a extenderse por Europa, Amos Comenius (Jean Amos Komensky), nacido en Moravia y muerto en Holanda en 1670, filósofo y teólogo, obispo de la Unidad de los hermanos moravos, fue el principal creador de la ciencia de la educación en Europa y del primer gran proyecto para la reconciliación y la paz en el mundo. Además de muchas obras pedagógicas, escribió Panegersia (o Despertador Universal), donde redacta un proyecto gigantesco de federación mundial, a la vez cultural, política y religiosa. En su Praefatio ad Europeos afirma su finalidad suprema que es anunciar a Cristo a todos los pueblos y añade: Esta Luz puede ser aportada a los otros pueblos en nombre de nuestra patria europea: por esto debemos primero unirnos entre nosotros, porque nosotros, los europeos, debemos ser considerados como viajeros embarcados sobre un solo y mismo navío.

Piccolomini la llama Europa

Ni Dante, ni Pierre du Bois, ni Georges Podiebrad, rey de Bohemia, que diseñó una Confederación continental, hicieron uso del nombre de Europa ni del adjetivo europeo, aunque a ella se referían hablando de la Cristiandad. Fue Aeneas Silvius Piccolomini, después papa con el nombre de Pío II en 1458, uno de los más gloriosos humanistas de su tiempo. Hacia el fin de su vida emprendió la redacción de una Cosmografía general, que es todo un tratado político, económico, eclesiástico y social, de la que pudo terminar los capítulos sobre Europa y Asia. Para él Europa y la Cristiandad eran una sola cosa. Uno de sus objetivo era arrojar de Europa al infiel. El infiel eran los turcos. Cuando él lamenta la toma de Constantinopla, escribe en su precioso latín: Nunc vero in Europa, id est, in patria, in domo propria, in sede nostra, percussi caesique sumus: Ahora es, en Europa mismo, es decir, en nuestra patria, en nuestra propia casa, en nuestra sede, donde somos atacados y muertos… Y ese mismo año se queja amargamente del rumbo que va tomando Europa y la Cristiandad: La Cristiandad no tiene ningún jefe al que todos quieran obedecer. Ni al Soberano Pontífice ni al Emperador nadie rinde lo que les es debido. No hay respeto ni obediencia. Miramos al Papa y al Emperador como nombres, como ficciones. Cada ciudad tiene su rey, cada casa tiene su príncipe.