Archivo por meses: enero 2008

La democracia rural carlista

En el breve ensayo que Unamuno dedicó en 1911 a su amigo Joaquín Costa, tras su muerte, afirma que con quien más afinidades tuvo el gran patriota aragonés fue con el carlismo, que ha sido mucho más que clericalismo, absolutismo y el cura Santa Cruz: “El carlismo es el representante, con todo lo bueno pero también todo lo malo, de la vieja y castiza democracia rural española, de lo que Menéndez y Pelayo ha llamado la democracia frailuna. El carlismo puede decirse que nació contra la desamortización, no sólo de los bienes del clero y los religiosos, sino de los bienes del común“. Y compara el colectivismo agrario de Costa, que recuerda al mir ruso, y su política de alpargata, con el programa de gobierno que presentaron a don Carlos, antes de la última guerra civil carlista, el canónigo Manterola y el secretario de Cabrera, Caso.- Desde que lo hiciera Carlos Marx, no son pocos los que han señalado las raíces y las cualidades populares del carlismo, al menos de buena parte del carlismo, durante su casi siglo y medio de existencia. Pero apenas si se ha valorado este testimonio de don Miguel, que conoció de cerca el fenómeno y lo estudió a fondo y con simpatía para preparar su gran novela, Paz en la guerra. Es cierto, y así parece haberlo visto el escritor bilbaíno, que el clericalismo, el absolutismo y algunos de sus personajes más polémicos (y odiosos a veces) han ocultado durante años, y sobre todo a personas lejanas de los escenarios carlistas, buena parte de la naturaleza de tan singular movimiento socio-político. Pero la tesis unamuniana la vemos confirmada igualmente no sólo por tal o cual estudio reciente, sino por no pocos personajes, acontecimientos, grupos y movimientos actuales, socio-políticos, herederos del carlismo, nacidos de él o inspirados, al menos, por él, especialmente en Navarra y Euskadi.

Algunas causas próximas

Sigue la polémica, que algunos la elevan incluso a la de Iglesia-Estado, a raíz de algunas manifestaciones cardenalicias en la celebración de la familia cristiana, en Madrid, el pasado día 30 de diciembre. Aunque las causas y los pretextos son muchos, me importa ahora apuntar, en lo que a la jerarquía eclesiástica española atañe, cierto heredado estilo de rigidez, de condena y hasta de conminación en el mensaje evangélico que, dejando a un lado la buena voluntad de los eclesiásticos, es más propio de Juan el Bautista que de Jesús de Nazaret, más de tiempos preconciliares que posconciliares. Y por parte del actual gobierno de la Nación, el error histórico de empeñarse en llamar matrimonio a la unión estable y legalizada de los homosexuales, con todo lo que eso significa en el ámbito social y moral, junto con el error de ser excesivamente permisivos con los abusos y extralimitaciones de la ley del aborto, mientras algunas de sus voces siguen pidiendo una ley de plazos (más aborto libre todavía) incluso tras los horrores cometidos en fechas recientes por ciertas clínicas de Barcelona y Madrid. Error es que un cardenal declare en la susodicha celebración cristiana un retroceso de los derechos humanos en España y otro nos amenace con la disolución de la democracia, y todo por culpa del gobierno. Como error de éste es afirmar y defender a cada paso la protección y la extensión de los derechos humanos en estos dos casos. No. Nadie tiene derecho a llamar matrimonio a una unión homosexual. Ni nadie tiene derecho a abortar cuando mejor le parezca a la mujer o a una pareja. En ninguna tabla, en ningún código universal de derechos del hombre están (tienen para eso cualificación moral suficiente) esos presuntos derechos españoles.

Ética de la razón cordial

Esa ética -que da título al último libro de la admirable Adela Cortina- es la de la común ob-ligación que, aun sin sanciones ni mandatos externos, nos une y compromete a todos los seres humanos. Ésa, que todos la vivimos (entendemos, queremos y sentimos) como un vínculo común indesligable, del que surge el deber y con él el derecho. Es la ética que necesitamos como personas cívicas, miembros de la polis-civitas-ciudad-comunidad en la que vivimos y de la que somos los protagonistas. La que debe trasmitirse, como mínimo exigible, en las familias, escuelas, iglesias, asociaciones, foros públicos de cualquier clase, aunque cada institución esté legitimada para educar en sus máximos. Es la ética que forja el carácter, nutre la convivencia, hace posible el diálogo, va formando y consolidando la sociedad. Ésa, o cualquier otra, si sólo es mejor y compatible con ella.

Un zafio antieclesialismo

No hay que ir muy lejos para encontrar ese sectarismo antieclesial y anticristiano a veces que ya es signo de identidad de una cierta izquierda, que cada vez se parece más en esto sólo a la de los años treinta. En el diario nacionalista vasco de Pamplona, propiedad de conocidos empresarios vascos y peneuvistas, y, aunque parezca mentira, podemos encontrar, un día sí y al otro también, las críticas más acerbas e injustas al obispo local, a la Conferencia Episcopal Española, al papa; mofas al rezo del Ángelus e incluso a la doctrina de la virginidad de María, sin siquiera la finura y la cultura suficientes para acercarse con un mínimo de elegancia a ese punto; la afirmación de que el papa actual ha enfrentado el evangelio de la infancia de Mateo al de Lucas, o de que aquél ha suprimido el cielo y el infierno, etc. Y todo esto en editoriales o en artículos de colaboradores ordinarios o extraordinarios, cartas de los lectores, comentarios de los columnistas… Sin que apenas lectores y suscriptores católicos del periódico alcen su protesta o expresen su desagrado, respondiendo al menos a las necedades mayores. De vez en cuando aparece algún escrito ingenuo, piadoso y raramente culto, como ayer el de una catedrática de la Universidad de Navarra, pero en términos generales, doctrinales, cómodos, livianos. No exagero lo que digo, antes me quedo corto. Y espero que alguien tome  como tarea estudiar este tema apasionante para su licenciatura o doctorado de periodismo. En el último núme, bajo la rúbrica La cruz y la espada, el firmante Goio Ojer, colaborador frecuente, militante, según dice, de Izquierda Unida de Navarra, escribe cosas como éstas: “Vuelve el grito de guerra de la santa inquisición.Vuelven las ideas esencialistas como Dios, Patria, Pueblo. Vuelven las ideas absolutas fundamentalistas que reniegan de la realidad plural y diversa. Vuelven las sotanas enmascaradas en políticos y políticos enmascarados en sotanas. Vuelven los juicios sumarísimos a la ciudadanía pero no a toda. Vuelve el acuerdo económico injusto entre una confesión religiosa ideológica y un gobierno salido de las urnas. Vuelven los privilegios de los mismos para los mismos: Conferencia Episcopal, empresarios, acólitos y demás bufones de corte.(…) Vuelve la cruz y la espada: en las escuelas, en la calle, en los púlpitos. (…) Vuelven los de siempre a enturbiar el espacio social. (…) Vuelven los hipócritas de  miles de casos ocultados por sus normas y leyes internas de abusos a menores. (…) Vuelven las procesiones cargadas de odio, menos mal que pregonan la paz. (…) Vuelven los curas trabuqueros que, por unos o por otros  bendecían asesinos nacionales y carlistones. (…) Vuelven las beatificaciones, santificaciones por orden de sus bolsillos”. ¿Es de nuevo La Traca o El Motín? No, no, mucho más cerca, aunque parezca mentira. ¿Y para qué más?

Un nuevo tipo de cultura

La buena educación occidental de antaño contemplaba la literatura e historia griegas y latinas, así como la Biblia, como base de todo lo demás. A los clásicos de cada país añadía unos cuantos europeos de fama mundial, entre los que no faltaba Cervantes, y alguno de otros continentes. Europeos, americanos o procedentes de cualquier parte, podían encontrarse y comprenderse muy bien; compartían una misma cultura y tenían referencias comunes y cercanas, y al fondo una historia universal de lo mejor creado por la la mente humana, que les unía como colegas y socios del mismo mundo. Esto ya no existe: “El griego y el latín están desapareciendo. En muchos países la Biblia y la religión ya no se estudian.(…) Hay un nuevo tipo de persona culta, que pasa por el colegio y la universidad durante veinte, veinticinco años, que sabe todo sobre una materia (…), pero que no sabe nada de otras cosas, nada de literatura, arte, historia… Haber recibido una educación sin nada de la antigua base humanista: imposible. Llamarse culto sin un fondo de lectura: imposible“. Lo dice nada menos que la escritora británica Doris Lessing, Nobel de literatura 2007 y Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2001. La educación humanista, como desarrollo integral de la persona, es una antigua y noble obsesión de esta intrépida mujer universal, autora de El cuaderno dorado y otras obras inolvidables. Ese fue el tema de su discurso al recibir en Oviedo ese premio español. Con ella estamos muchos de nosotros, convencidos de que una educación humanista es insustituible a la hora de no tener que lamentar cada día el ocaso de los valores axiales de lo que todavía se denomina, vergonzantemente, la civilización occidental.

La estrella de los Magos

                            ¿Dónde está el Rey de los
 judíos, que ha nacido? Vimos su estrella
 en el Oriente
(o en su salida) y hemos venido
 a adorarle” (Luc 2, 2).

                                *                           

Dios acampó en favor de todos los hombres
y su estrella se eleva sobre todos los pueblos.

A todas las naciones les llegó la luz de la noticia
y todos los que miran y esperan pueden divisarla:
los sabios, los inquietos, los pobres, los humildes;
los enfermos tenidos por sucios pecadores;
los ciegos y los sordos excluidos del templo;
los impuros por las leyes impuras de los puros;
los inmundos leprosos, pobladores de caminos,
arrojados de aldeas y ciudades como perros rabiosos.
Y también los gentiles, cercanos y lejanos,
que adoran a mil dioses,
a los astros del cielo, animales del campo
o invisibles espíritus.

Tras los Magos de Oriente van llegando hasta el Niño
los pobres, los humildes, los enfermos,
los impuros, los gentiles
de todos los rincones de la Tierra.
Y la estrella más alta ilumina sus ojos caminantes.
La estrella de la fe
salvadora de sus vidas.

A los Magos les pido

A los Magos les pido,
cinco de enero,
lo que me ayude y dure
un año entero.

A los Magos les pido,
en prosa y verso,
el regalo más bello
del universo.

A los Magos les pido,
con mucha fe,
aquella que tuvieron:
aquella fe.

La imposición de los vascos

    Escribe Unamuno en 1905 el breve ensayo La crisis actual del patriotismo español, tema sobre el que volverá más de una vez. Diez años antes había escrito ya sobre el auge del sentimiento cosmopolita, unido, como compensación, al creciente sentimiento regional, a expensas del patriotismo nacional. Don Miguel, en estos comienzos de siglo, piensa todavía que bizkaitarras y catalanistas, procedentes del carlismo, hacen bien en rechazar la imposición castellana en casi todos los órdenes de la vida española. Si Castilla fue generosa, en un período de la historia, por su posición interior y por su lengua, al imponer la politica de la nación, es hora de que vascos y catalanes impongan ahora su distinto modo de ser españoles, dejándose de suicidas políticas de aislamiento, de beduinismos y de reinos de taifas. En estos primeros momentos de 2008, en los que escribo, frescas todavía las amenazas de Ibarretxe de imponer su referéndum de autodetermianción en octubre de este año, y sonoros todavía los gritos en San Mamés, iluminados por las llamas en que ardía una gran bandera española, duele leer estos párrafos al ilustre bilbaíno, nacido en la calle Ronda, 16: “Si, como se dice en España, los vascos, por una u otra razón, mostramos mayor capacidad para la administración pública que los demás pueblos de la nación, no debemos contentarnos con el especial régimen administrativo-autonómico, sino que debemos tender a apoderarnos de las riendas administrativas españolas y administrar a los demás, ya que ellos no saben hacerlo, y enseñarles cómo se administra. Si, como yo creo, el pueblo vasco es en España el pueblo más capacitado para la íntima vida de la cultura espiritual, no gozará de ésta mientras no trate de adquirirla esforzándose por imponérsela a los demás pueblos que con él conviven la vida española”.

Laico de una vez

  Por encima de algunas frases imprudentes, desproporcionadas y excesivas de dos cardenales en la exitosa concentración católica de la plaza de Colón, y por encima de la respuesta demasiado solemne del PSOE, de tono nerviosamente agresivo contenido, y con puntos discutibles, me ha impresionado el furibundo editorial de El País, con el título que encabeza la bitácora de hoy. Me ha recordado algunos de los editoriales de la prensa anticlerical y antieclesial del siglo XIX y primer tercio del XX, así como otros más recientes de la prensa falangista en los primeros años setenta: “paños calientes del Gobierno“, “exabruptos absolutamente infundados“, “sectores más integristas de la Iglesia Católica”, “un auténtico acto electoral en apoyo del PP“, “espíritu preconstitucional” (de los Acuerdos de 1979), “tonos nacionalcatólicos“, “últimos lastres de los“poderes fácticos“… Y todo para lanzarse en tromba a pedir al PSOE, en términos casi conminatorios, como si de un subordinado se tratara, y al resto de partidos, a secundar los propósitos bien conocidos del diario liberal madrileño, cada día más virulento con la Iglesia: eliminar “los rastros que queden de confesionalismo” (funerales de Estado, financiación peculiar de la Iglesia, papel del catolicismo en la enseñanza o actuación religiosa de los poderes del Estado en actos oficiales) y revisar los citados Acuerdos que sustituyeron al Concordato de 1953. Para llegar a “una secularización estricta del Estado“, poniendo a la Iglesia “en el lugar que le corresponda“. En definitiva, para conseguir cuanto antes ese “Estado laico de verdad“. Como en Francia -sólo que a comienzos del siglo XXI-, que es el único Estado laico, y no del todo ni mucho menos, que existe en la Unión Europea.