Berlusconi

Las elecciones legislativas italianas son hoy la primera noticia política en Europa. El tristísimo final de la I República en los primeros noventa, tras la hegemonía constante de la Democracia Cristiana junto a cuatro pequeños partidos -“pentapartito”- frente al mayor partido comunista europeo, propició la irrupción en la vida político del “cavaliere” Silvio Berlusconi: caballero de múltiples empresas, no sólo televisivas y deportivas, y caballero sobre todo del más descarado populismo prometedor. Ante la grave crisis política (hastío de los partidos), económica (pérdida de competitividad en Europa), moral (corrupción), social (inmigración), etc., este desenfadado y audaz acróbata y “videócrata”, “por encima de la política”, mago de la propaganda y del particularismo, logró recoger en el norte y en el sur muchos restos de la astillada DC, del PSI y otros partidos en un conglomerado diverso y hasta contradictorio que se llamó “Casa de las Libertades”. Mediocre presidente del Consejo y perfecto candidato populista, ha conseguido, a pesar de la amenaza de no pocos procesos judiciales por turbios negocios económico-políticos y de su estrecha alianza con Bush y Blair en Irak, un inesperado resultado electoral, a muy poca distancia, si las últimas cifras no se corrigen, del vencedor, líder de la Unión del centro izquierda, Romano Prodi, “il professore”, un “demócrata cristiano progresista”, ex presidente de la Comisión Europea y hombre honrado y serio a carta cabal.
Otra alegría complementaria: el “capo” Bernardo Provenzano, natural de Corleone, rey de la Mafia oculto desde 1963, ha sido por fin detenido.